Análisis y reflexión19/04/2022

«Paz a vosotros». La ruta pascual

Vicente Martín, delegado episcopal de Cáritas, nos invita a abrir caminos a la paz y a la esperanza en la ruta pascual que propone en este artículo.

“Paz a vosotros” son las primeras palabras que pronuncia el Resucitado; palabras esperanzadoras que sintetizan y contienen, de algún modo, todo el mensaje pascual. La paz es el don que ofrece el Resucitado y es fruto de una vida nueva inaugurada por su resurrección.

Cristo, vencedor del mal y de la muerte, asciende glorioso a los más alto del cielo, y en la tierra deja el encargo sublime de hacer germinar los valores del Reino, las semillas del bien, la justicia y la paz para abrir caminos a la esperanza. Os proponemos, para ello, una sencilla ruta pascual.

  • Descubrir al Resucitado en las llagas abiertas de la humanidad.

“Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado” (Jn 20,27).

El Resucitado se presenta con las llagas del Crucificado. El que llega no es otro, sino aquel que fue víctima de las injusticias, el mismo que se comprometió de verdad con los maltratados por la vida y los crucificados injustamente.

Jesús nos llama a tocar sus llagas. Son las llagas de la humanidad, abiertas y dolientes en todos los rincones del planeta, aunque a veces ignoradas e intencionadamente escondidas. ¡Cuántas relaciones entre personas, grupos y pueblos están marcadas por el egoísmo, la injusticia, el odio y la violencia!

Esas llagas esperan ser aliviadas y curadas por la solidaridad de cuantos, siguiendo sus huellas del Señor resucitado y en su nombre, realizan gestos de amor, se comprometen activamente en favor de la justicia y difunden en su entorno signos luminosos de esperanza en los lugares ensangrentados por los conflictos y dondequiera que la dignidad de la persona humana continúe siendo denigrada y vulnerada. 

  • Tejer la comunidad del resucitado.

“Se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros” (Lc 24,33).

El Resucitado se hace presente en medio de la comunidad y vuelven a encontrarse con Él. Entonces, el ángel les dijo: “Él va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis” (Mc 16,7). “Volver a Galilea” y hacer de nuevo el camino de los primeros discípulos es paso necesario para fortalecer la comunidad porque allí se escuchó por primera vez el Evangelio, allí se inició el proyecto de abrir caminos al Reino y se fue gestando la primera comunidad, que con Él fueron aprendiendo a vivir acogiendo, perdonando, aliviando el sufrimiento, curando la vida y despertando la confianza en el amor de Dios.

La comunidad de la Pascua se vive a sí misma como signo de una fraternidad abierta y universal. Comunidad inclusiva que comprende que los pobres no son personas “externas” a la misma comunidad, sino hermanos y hermanas con los cuales compartir el sufrimiento para aliviar su malestar y marginación, para devolverles la necesaria inclusión social.

  • Transitar caminos de justicia, reconciliación y paz.

“Mi paz os dejo, mi paz os doy” (Jn 14,27).

Los relatos pascuales insisten en que el saludo del Resucitado es siempre de paz y reconciliación. Y es precisamente este perdón pacificador y esta oferta de salvación los que ponen una alegría y una esperanza nuevas en la vida de los discípulos.

No es posible dar pasos firmes hacia la paz, si no somos capaces de introducir el perdón y el diálogo en la dinámica de nuestras luchas. El camino de la reconciliación y la paz conlleva el compromiso incansable de reconocer, garantizar y reconstruir la dignidad y trabajar por el bien común. Estamos llamados, por tanto, a ser “artesanos de la paz”, dispuestos a generar procesos de sanación y reencuentro, uniendo y no dividiendo, extinguiendo el odio y no conservándolo, abriendo las sendas del diálogo y no levantando muros (cf. FT 225, 284)..

  • Ser buena noticia para todos, especialmente para los más pobres.

“Id por todo el mundo y proclamar el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15).

Los primeros discípulos viven el encuentro con el Resucitado como una llamada a comunicar el Evangelio al mundo, siendo ellos mismos “buena noticia” para todos los que encuentran en el camino. Con sus palabras y gestos, con sus acciones y acompañamiento, van anunciando a todos la esperanza de la Pascua.

La comunidad del Resucitado no puede permanecer con las puertas cerradas. La Iglesia pascual es una Iglesia en salida hacia las periferias existenciales y geográficas, llevando el gozo del Evangelio (cf. EG 20). Ser Iglesia que “callejea” la fe, la esperanza y la caridad” donde habita el sufrimiento, pues los empobrecidos necesitan “una atención religiosa privilegiada y prioritaria” (EG, 200).