Acción social09/05/2023

15 de mayo, día del Mundo Rural

Necesitamos, por salud comunitaria y justicia social, trabajar unidos en favor de la sostenibilidad de las poblaciones rurales y sus entornos.

Si queremos y creemos que es posible mejorar, recuperar, restituir, renombrar, reinventar y poner en el lugar que merece al Mundo Rural, y trabajamos por ello, Dios y la naturaleza empujarán a favor nuestro.

En esta sociedad de consumo donde suele confundirse “lo que vale” con “lo que cuesta” y se considera a la economía de mercado como la madre de toda la actividad humana, queremos reivindicar —al igual que otros grupos y movimientos cristianos— un modelo de desarrollo integral de todos los seres humanos desde la perspectiva del bien común, la construcción de la justicia y el cuidado de la Creación.

Como el Papa Francisco nos lo ha explicado reiteradamente “el dinero se convierte en ídolo y tú le das culto. Y por esto Jesús nos dice: no puedes servir al ídolo dinero y al Dios viviente. O el uno o el otro».
Nosotros, personas que vivimos en el territorio rural, sabemos que, en gran medida, nuestro entorno se está quedando yermo por causa del individualismo y la depredación de los que, en no pocas ocasiones, somos partícipes los propios habitantes de nuestros pueblos.
Necesitamos, por salud comunitaria y justicia social, trabajar unidos en favor de la sostenibilidad de las poblaciones rurales y sus entornos.

Las dinámicas del “usar y tirar” y el “sálvese quien pueda” nos están abocando a la muerte colectiva. Las personas que habitamos en el mundo rural debiéramos tener más protagonismo en la lucha por el desarrollo sostenible de las poblaciones y el cuidado del entorno natural, empujando y animando a la ciudadanía y a los responsables políticos y económicos en todos los niveles sociales, en lugar de delegar en ellos la responsabilidad y los procesos de trabajo.

Como servicio organizado de la caridad en el seno de la Iglesia tenemos, desde Cáritas, una responsabilidad ineludible. Las palabras “amaos unos a otros” siguen siendo, hoy, la única medicina capaz de sacarnos de esta pandemia de desvinculación social, desafección política, desligamiento de la tierra y, en definitiva, de suicidio colectivo.

Este “amaos unos a otros” se ha hecho más grande y se extiende más allá de nuestra comunidad y de nuestra condición de seres humanos: incluye a las personas extranjeras, a las neorurales, a los turistas, a los vecinos de toda la vida y también a los de poblaciones cercanas; pero también abarca al paisaje que nos acoge y acompaña, a la historia y la cultura de aquí y de allí, a los animales y plantas, a la tierra y el agua…

Con la ayuda de Dios, todo es posible. San Isidro lo sabía bien y por eso no lo confiaba todo a sus propias fuerzas, sino que dejaba espacio para la acción del Espíritu Santo, que llega donde nosotros no alcanzamos y lo hace de la mejor manera posible.