Las rejas no son eternas
Diana y Ramón nos cuentan su experiencia en el campo de voluntariado que realizaron en el Centro Penitenciario de Almería.
Acaba de terminar nuestra participación en el campo de trabajo realizado en el Centro Penitenciario de Almería. De esta experiencia nos llevamos muchas cosas, pero, sobre todo, agradecimiento a todas y cada una de las personas internas que accedieron el primer día a las distintas aulas de los módulos en los que se trabajó, porque sin ellas nada hubiera sido posible.
Mucha hermandad
Nos llevamos recuerdos, muchos recuerdos; nos llevamos plena participación, plena disposición a las actividades, confianza, entrega, compromiso, respeto, hermandad…; mucha hermandad, porque el primer día nos topamos con compañeros y compañeras que no se conocían de nada y el último día todos parecíamos una familia.
Pero lo que más nos llevamos en el corazón son las personas. Nos llevamos nombres, caras, historias, miradas, abrazos, voces, gestos y sonrisas. También nos llevamos cante, baile y flamenco. Y por supuesto, nos llevamos tiempo; y el mayor regalo que puede hacer una persona a otra es su tiempo. Pero por encima de todo, nos llevamos esperanza: esperanza en los comienzos, en las oportunidades, en las buenas decisiones y en las personas, porque las rejas no son eternas y por muy altos que sean los muros y muy forjadas que estén las puertas, la esperanza nunca se pierde.
Aprendizajes
En este campo de trabajo tenemos la sensación de que hemos aprendido más de las personas internas que ellas de nosotros. Ha sido una experiencia enriquecedora, porque hemos podido ver desde dentro la realidad que viven estas personas. Nos ha ayudado a quitarnos los prejuicios sobre las personas que se encuentran en prisión.
Hemos conocido a gente maravillosa, y como se comentó una vez durante una revisión, nos llevamos nombres, caras, historias…
Gracias
Las personas internas han sido los responsables de que este campo de trabajo, haya salido muchísimo mejor de lo que esperábamos. Quiero volver a agradecerles su interés en los talleres, y por abrirse con nosotros y haber podido compartir momentos mágicos. Hemos podido observar cómo había personas que iban con una coraza, pero poco a poco se han ido abriendo más.
Nos llevamos de este campo de trabajo todos los buenos momentos que hemos vivido: cada sonrisa, cada abrazo, cada palabra… Para finalizar queríamos recordar una frase que nos ha marcado mucho: «Las rejas no son eternas».