La paz como posibilidad real y don de Dios
En este Día Internacional de la Paz, reafirmamos nuestro compromiso de seguir caminando junto a quienes sufren la violencia y luchan por la esperanza en una paz duradera.
Cada 21 de septiembre se conmemora el Día Internacional de la Paz, instaurado por Naciones Unidas para recordarnos la urgencia y el compromiso de avanzar hacia un mundo más justo, fraterno y libre de violencias. No es solo una fecha simbólica, sino una oportunidad de detenernos y preguntarnos dónde y cómo necesitamos paz en nuestras vidas, en nuestras comunidades y en nuestro mundo globalizado.
Una tarea compartida
Cáritas Española se une a esta jornada con la convicción de que la paz no es una meta abstracta ni una responsabilidad únicamente de los Estados o de los organismos internacionales, sino una tarea profundamente humana, cotidiana y compartida.
En Cáritas Española entendemos que la paz no se reduce a la ausencia de violencia o de guerra, sino que se trata de una construcción permanente que hunde sus raíces en la justicia, la dignidad de todos los seres humanos y la posibilidad de una convivencia fraterna e inclusiva. Esta comprensión de paz, a la que llamamos también “paz positiva”, nos invita a pensar en sociedades donde se respeten los derechos, se asegure la participación democrática, se reduzcan las desigualdades y se proteja nuestra casa común. Solo así la paz puede ser sostenible, porque reposa sobre cimientos sólidos y compartidos.
La Iglesia, a través de su Doctrina Social, ha reflexionado profundamente sobre esta tarea y ofrece principios que orientan su acción: la dignidad de la persona humana, el bien común, la solidaridad, la subsidiariedad y la justicia. Estos fundamentos no son abstracciones, sino que se hacen concretos en cada proyecto, acompañamiento o intervención que Cáritas impulsa. Pablo VI ya nos recordaba que el “desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, y en esa línea seguimos convencidos de que la lucha contra la pobreza, la marginación y las múltiples desigualdades constituye también un compromiso activo con la paz.
El papa Francisco lo expresó con fuerza renovada en Fratelli tutti al afirmar que la paz no es solo ausencia de guerra, sino la condición de un desarrollo auténtico e integral. De ahí que se nos llame a ser artesanos de paz: hombres y mujeres capaces de tejer relaciones nuevas, abiertas al diálogo y a la reconciliación. Como él mismo señala, “la paz es artesanal”, porque se construye día a día, con paciencia, tesón y creatividad, allí donde nos encontramos.
Trabajamos por la paz
Cáritas Española trabaja por la paz desde múltiples dimensiones. Lo hacemos promoviendo la justicia social, porque sabemos que sin instituciones sólidas, transparentes e inclusivas no es posible sostener la convivencia. Lo hacemos acompañando a las víctimas de la violencia, los desplazados, las mujeres y los niños que padecen en mayor medida los efectos del conflicto, convencidos de que poner en el centro a los más vulnerables es condición de toda auténtica reconciliación. Lo hacemos fortaleciendo comunidades resilientes que puedan enfrentar crisis o desastres sin caer en la espiral de la violencia. Lo hacemos también desde una cultura de paz que apuesta por la educación, la memoria histórica, la prevención de los conflictos y la mediación en el ámbito comunitario.
El papel de la Iglesia
La Iglesia y sus comunidades locales tienen un papel singular en la construcción de paz, ya que, por su presencia cercana, gozan de confianza y credibilidad en las comunidades. Esto les permite tender puentes, mediar en situaciones de división y promover dinámicas de reconciliación en contextos marcados por la polarización o la desconfianza. A través del diálogo interreligioso, de los programas de reconciliación y del trabajo de reparación simbólica y social, la Iglesia contribuye de manera única a sanar las heridas de los pueblos.
Esta misión está profundamente alineada con los objetivos de desarrollo sostenible, en particular con el ODS 16, que invita a promover sociedades pacíficas, justas e inclusivas.
Cada programa de Cáritas en los ámbitos institucionales, socioeconómicos y medioambientales forma parte de este horizonte común y aspira a mejorar la vida de las personas y contribuir a una paz duradera. Apostamos por la democracia y la buena gobernanza como vía para resolver de manera no violenta las tensiones, por la reducción de las desigualdades sociales y económicas como camino para desactivar la exclusión y las fracturas, y por la justicia medioambiental como base para la sostenibilidad de comunidades que dependen directamente de su entorno.
Pero la paz que celebramos y construimos no es solo una urgencia de lugares lejanos atravesados por conflictos armados. Es también necesidad en sociedades como las nuestras, donde convivimos con otras formas de violencia más silenciosas, desde la polarización política hasta el individualismo que nos aísla, desde la precariedad laboral hasta la soledad no deseada que afecta a tantas personas. Porque todos, sin excepción, necesitamos reconciliación, encuentro y relaciones sanas que nos permitan vivir con confianza y cuidar los unos de los otros. La paz es tarea de cualquier barrio o casa, de cualquier relación laboral o familiar, de cualquier comunidad pequeña o gran sociedad.
Mirar con esperanza
El camino hacia la paz implica mirar la realidad con esperanza, pero sin ingenuidad; sabemos que los conflictos son complejos, que sus causas son múltiples y que las heridas son profundas. Sin embargo, creemos que cada gesto de solidaridad, cada apuesta por el diálogo, cada espacio de participación ciudadana y cada proyecto que pone en el centro a las personas son semillas que fructifican en vida nueva.
Como enseña el Evangelio, “bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9). En este Día Internacional de la Paz, reafirmamos nuestro compromiso de seguir caminando junto a quienes sufren y luchan por la esperanza, convencidos de que la paz, cuando se vive como vocación y como tarea, es posibilidad real y don de Dios que puede alcanzarse también en lo cotidiano si sabemos vernos como hermanos y hermanas.