Cooperación internacional11/02/2022

Justicia socioambiental para la Amazonía

Comunicado de varias organizaciones de la Iglesia latinoamericana ante el último derrame de petróleo en la Amazonía Ecuatoriana.

La rotura de un oleoducto en la Amazonía Ecuatoriana a finales del mes de enero ha provocado el derrame de una gran cantidad de petróleo que ha contaminado las tierras y los ríos de las provincias de Napo, Sucumbíos y Orellana y ha afectado a miles de personas de las comunidades indígenas de la zona.

Ante la gravedad de este hecho, que se repite cada vez con más frecuencia, la Red Eclesial Panamazónica de Ecuador (REPAM Ecuador); la Red Nacional de Pastoral Ecológica (RENAPE); Cáritas Ecuador, como miembro de ambas redes y como Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana; la Conferencia Ecuatoriana de Religiosas y Religiosos; y la Comisión de Justicia y Paz han emitido el siguiente comunicado:

Comunicado de la red eclesial

“Sentimos profundamente los hechos acontecidos, no sólo en Ecuador sino también en Latinoamérica. Muchos de nuestros miembros (personas, familias y comunidades) viven en carne propia lo que el papa Francisco dice en la encíclica Laudato si’: ‘el impacto más grave de la alteración de la naturaleza recae en los más pobres’ y tristemente ‘muchos de los que tienen más recursos y poder económico o político parecen centrarse en enmascarar los problemas’.

Por eso nos atrevemos a decir ‘que el dolor y el miedo no nos callen’. Queremos tener el valor de denunciar al mundo que más de 6.000 barriles de petróleo se han derramado una vez más en el mismo lugar donde ya en 2020 sucedió –justo cuando las comunidades afectadas empezaban a confiar que podían retornar a su dinámica de vida en el río Coca–, afectando a más de 60.000 personas que viven en las riberas y por ende a la flora y fauna de las provincias de Napo, Sucumbíos y Orellana.

También queremos denunciar que cuando aún no terminamos de enfrentar la tragedia de Zaruma [varios edificios se derrumbaron en esta ciudad ecuatoriana que está llena de socavones por la minería ilegal], debemos asumir que las prácticas de deforestación y de otras actividades que atentan contra la naturaleza y que se desarrollan en todo el país, solo son crónicas de una muerte anunciada; una muerte que ahora vivimos en varias provincias como Cotopaxi, Los Ríos, Pichincha y Napo, entre otras.

Con angustia y sin muchos recursos tratamos de ayudar de alguna manera en cada uno de estos lugares, pero los desastres son grandes: carreteras caídas, comunidades aisladas, viviendas destruidas, emprendimientos o negocios perdidos, familias que lloran la muerte o la desaparición de sus seres queridos…

Nos solidarizamos con nuestros hermanos de Perú y nos hacemos presentes con un saludo fraterno y solidario en defensa de la vida de los pobladores y de las miles de especies afectadas por el vertido de más de 11.900 barriles en el mar de Ventanilla el pasado 15 de enero.

Como hermanos y hermanas en la Amazonía, en la costa y en la sierra clamamos por justicia socioambiental y exigimos que este extractivismo inmisericorde pare. No podemos seguir destruyendo la casa común”.