Cooperación internacional18/09/2023

Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado

“Algún día me iré a la Madre Patria”. Hoy, estoy en ella, para darle lo mejor de mi.

Cuando tomamos la difícil decisión de abandonar nuestro terruño, en la cabeza comenzamos a realizar una lista interminable que, según nuestra ilusión, ayudará a minimizar en algún momento esos golpes de soledad y duelo. Pero cuando llega el momento de la partida, la realidad te golpea duro, muy duro. Solo puedes llevar tu vida en dos maletas, solo 46 kilos de peso. Ahí debes llevar, no solo la vestimenta esencial, sino a tu familia, tus amistades, tu mascota, tus miedos, tus dudas.

Cada quien elige su difícil. Irse o quedarse, ambos duelen. Se en carne viva lo que duele irse, las noches de duda, de remordimiento por dejar a los tuyos. ¿Volveré a ver a mi madre? ¿Qué le puedo decir para minimizar su angustia? ¿Me despido de mis amigos o es mejor evitar ese doloroso momento? ¿Cómo le dices adiós a tu perra?

En fin, te tienes que despedir de todos y de todo lo que fuiste hasta ese entonces. La vida te pasa como una película. Tratas de hacer como una herencia en vida de todas las cosas que más aprecias. Te aferras al futuro, a tus hijos, a su porvenir para que el peso de equipaje y conciencia sea menos. Hay que dejar la zona de confort, frase hecha pero que hoy tiene tanta verdad en si misma.

Te vas a un país donde deberás empezar de cero. Dónde tienes que llevártela bien hasta con tu almohada y cama para que te permitan un sueño medio placentero. Porque yo estoy aquí, pero mi mente sigue allá, en la tierra que me vio nacer, con los míos. Una dualidad con la cual se debe aprender a vivir y sobrevivir.

En tu nuevo hogar, desde una esquina tratas de observar y aprender sus costumbre y cultura para acoplarte y encajar en esta nueva sociedad donde muchos ni siquiera saben que no perteneces a ellas, al menos por ahora.

Los objetivos son claros, trabajar, seguir y brindarle bienestar a los hijos. Agradecer a la tierra que te acoge, en mi caso España, la cual en una oportunidad entre encuentros de camaradería decía, “algún día me iré a la Madre Patria”. Hoy, estoy en ella, para darle lo mejor de mi, porque si se da la oportunidad de regresar a mi hogar de origen seré otra vez migrante en mi propia tierra, dónde ojalá aún estén los míos y aquellos amigos que un día dejé porque a lo mejor el paso del tiempo los han cambiado o se han ido de este plano.

Irse o quedarse es de libre albedrío, pero cualquiera de las dos duele más allá del corazón, cada día cada hora, cada minuto y ni siquiera se sabe por cuánto tiempo.