Guerra y crisis humanitaria en Etiopía
Mientras el país más influyente del Cuerno de África se desestabiliza, la ayuda humanitaria no puede acceder a la región en conflicto.
Se ha cumplido un año desde que se declarara el conflicto armado en Etiopía, en la región norteña de Tigray, y desafortunadamente y a pesar de los múltiples intentos de mediación, negociación y acuerdo entre las partes, el conflicto se ha recrudecido, afectando a las regiones limítrofes y amenazando con adquirir dimensión nacional.
Las consecuencias de la guerra
Los enfrentamientos armados iniciados en noviembre de 2020 provocaron masivos desplazamientos de población, tanto dentro de Tigray como fuera de ella. Las necesidades de asistencia humanitaria urgente y permanente alcanzan ahora a 5,2 millones de personas dentro de Etiopía y 63.110 refugiados en el vecino Sudán. Las consecuencias de la guerra no sólo se han manifestado en la carencia de bienes esenciales y servicios básicos para la vida, sino también de manera muy explícita en el uso de la violencia de género como arma bélica.
La ayuda humanitaria no puede entrar
La evolución del conflicto en la región de Tigray a lo largo del año ha afectado a la asistencia humanitaria que se realiza en la región. Hasta junio de 2021, una treintena de organizaciones no gubernamentales y agencias internacionales –entre ellas, Caritas Etiopía– tenían permiso del Gobierno etíope para operar en la región y estaban implementando un programa coordinado de respuesta de emergencia de grandes dimensiones.
Sin embargo, en el mes de julio las fuerzas regionales tigriñas volvieron a tomar el control del territorio y las fuerzas nacionales etíopes se replegaron a las fronteras de la región. Este cambio supuso el bloqueo prácticamente total de los servicios (electricidad, comunicaciones y aparato administrativo) y del acceso a la región, quedando éste limitado a un único paso situado en el este y fuertemente controlado por el Gobierno Federal.
Así, el número de convoyes de mercancías se redujo drásticamente y comenzó a notarse la escasez de productos tan básicos como el agua y el combustible en los mercados locales. La falta de funcionamiento del sistema bancario produjo falta de liquidez en los hogares, y progresivamente ha ido afectando a los actores humanitarios en la región. Por tal motivo, se autorizó la entrada de dinero en efectivo a través del servicio de vuelos humanitarios de Naciones Unidas.
Sin embargo, el inicio de los bombardeos en la capital de la región, Mekele, obligó a suspender también este servicio, imposibilitando la llegada de efectivo. En consecuencia, desde el 18 de octubre no ha habido ninguna entrada de convoyes humanitarios en la región, y desde el 28 de octubre los permisos para la entrada y salida de personal humanitario han sido denegados.
El conflicto alcanza una dimensión crítica
El conflicto, por tanto, ha entrado en una dimensión más amplia y crítica. Por una parte, el acceso a la región está bloqueado y los programas de asistencia humanitaria están operando al mínimo nivel o han tenido que cesar la actividad. Por otra parte, el frente bélico se ha expandido a las regiones limítrofes de Afar y Amhara, produciendo desplazamientos entre su población y creando nuevas necesidades humanitarias en las mismas. Y, por último, las fuerzas regionales tigriñas han continuado avanzando hacia el sur, hacia la capital del país, Addis Abeba, y algunos grupos armados étnicos de otras regiones, como el Oromo Liberation Army, han manifestado su apoyo y parecen haberse unido al avance hacia la capital.
La amenaza de “nacionalización” de la guerra está más presente que nunca, y la comunidad internacional en pleno está volcada en encontrar el modo de poner freno a esta evolución negativa del conflicto. Etiopía es un Estado federal étnico donde conviven más de 80 grupos étnicos y se hablan 180 lenguas y dialectos, y ya se está observando un incremento de los roces y choques en varios puntos del país.
Una nacionalización del conflicto armado podría suponer un factor de desestabilización profunda para toda la región del Gran Cuerno, con países que ya de por sí se enfrentan a conflictos internos o latentes, como Somalia, Kenia, Sudán o Sudán del Sur.
Nuestro trabajo en la región de Tigray
Desde enero de 2020 Cáritas Española ha estado apoyando el trabajo humanitario de Cáritas Etiopía en la región de Tigray, así como en otras dos regiones afectadas por enfrentamientos armados entre distintas etnias.
Con el apoyo de la red diocesana española y de la Agencia Española de Cooperacion al Desarrollo, Cáritas Española ha destinado hasta el momento 220.000 euros al programa “HOPE”. Hasta julio de 2021, este programa ha distribuido alimentos básicos a 25.000 personas y nutrición suplementaria a 7.500 menores de 5 años; dinero en efectivo a más de 5.000 hogares, y bienes básicos y de refugio a 3.600 hogares desplazados. Además, ha facilitado el acceso a agua para 6.000 hogares.