Acción social24/09/2020

Estar privado de libertad no es estar privado de dignidad

En el día de la Merced, patrona de las prisiones, recordamos la situación de invisibilidad y sufrimiento de las personas privadas de libertad y sus familiares.

El día 24 de septiembre celebramos la VIRGEN DE LA MERCED, patrona de las prisiones. Esta celebración pone en el corazón de la Confederación de Cáritas Española la situación de invisibilidad y sufrimiento de las personas privadas de libertad y sus familiares así como nuestra misión como Iglesia.

Señor: ¿cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis (Mateo 25, 39-40).

Desde el inicio del pontificado, en 2013, el Papa Francisco nos ha trasmitido su empeño en visibilizar la situación de las cárceles. Su primera misa de Jueves Santo no la ofició en la basílica de San Pedro sino en el centro penitenciario para menores de Casal del Marmo, en Roma, algo que iría repitiendo con los años. Fue el comienzo de su particular preocupación por la situación de los reclusos y la insistencia en que “estar privado de libertad no es estar privado de dignidad «. En todas las ocasiones da ánimo a las personas  pero, fundamentalmente, es un altavoz del sufrimiento y sinsentido de las cárceles.

Uno de los discursos más clarificadores por su capacidad de sensibilización e interpelación,  fue el que dedicó a los presos del Centro de Readaptación Social número 3 de Ciudad Juárez en México con ocasión del Jubileo de la Misericordia. Reflexionar sobre este discurso en nuestras Cáritas Diocesanas es, sin duda, una oportunidad para tomar conciencia de tantas situaciones ocultas, invisibles y silenciadas en nuestra sociedad. Violencia, soledad, sufrimiento, familias rotas, niños y niñas que ni conocen ni saben dónde están sus padres, jóvenes con delitos menores… Leer el texto asumiéndolo como provocación, como reto, como misión, constituye la mejor celebración de la Virgen de la Merced en estos momentos en los que, por la pandemia, dentro de las cárceles las personas sufren un doble confinamiento: la privación de libertad y el dolor emocional por imposibilidad de ver a sus seres queridos.

Francisco les comenta: “Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es recordar el camino urgente que debemos tomar para romper los círculos de la violencia y de la delincuencia. Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas solucionan verdaderamente los problemas. Nos hemos olvidado de concentrarnos en lo que realmente debe ser nuestra preocupación: la vida de las personas; sus vidas, las de sus familias, la de aquellos que también han sufrido a causa de este círculo de la violencia. La misericordia divina nos recuerda que las cárceles son un síntoma de cómo estamos como sociedad, son un síntoma en muchos casos de silencios y omisiones que han provocado una cultura de descarte. Son un síntoma de una cultura que ha dejado de apostar por la vida; de una sociedad que ha ido abandonando a sus hijos.”

La presencia de Cáritas en los centros penitenciarios, en palabras de los propios reclusos, es una entrada de aire, de libertad, de confianza. Y es una presencia contradictoria, así lo expresan: ¿alguien viene a cambio de nada? Este es el inicio del proceso de dignificación y descubrimiento. Cuando van dando respuesta a la pregunta descubren la diferencia entre una espera inactiva, pasar el tiempo, y una espera productiva: autoestima, confianza, solidaridad, esperanza… Pero para ello tenemos que salir a su encuentro y experimentar la presencia del otro privado de libertad.

En 30 Cáritas Diocesanas tenemos programas centrados en el desarrollo personal y profesional y servimos de conexión con las familias lo que también facilita el acompañamiento familiar. Junto a las actividades realizadas dentro de los centros penitenciarios disponemos de recursos residenciales para el disfrute de permisos y momentos en los que la condena permite salir de los centros. Para muchos reclusos cuyas familias viven lejos de las cárceles estos recursos constituyen la única posibilidad de salir y comenzar a experimentar una futura libertad, a tener esperanza.

La celebración de la Virgen de la Merced también es una oportunidad para el reconocimiento de tantas voluntarias, voluntarios y profesionales que deciden “entrar” al encuentro.

«Esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago. Es mi deber, me sale del corazón y amo hacerlo», dijo el Papa a los menores de Marmo cuando se disponía a lavarles los pies el Jueves Santo.