Cooperación internacional20/06/2023

Día Mundial de los Refugiados: el caso de Venezuela

La migración continúa, aunque en menor número que en años anteriores, y hay un pequeño flujo de retorno, debido a la frustración de las expectativas de integración en otros países.  

En el año 2013 Venezuela empezó a mostrar signos de crisis económica, social y política, que se agudizaron entre 2018-2020. En aquellos años el desabastecimiento y encarecimiento de productos básicos y los problemas relacionados con los servicios públicos (agua y energía), afectaron gravemente las condiciones de vida, especialmente la alimentación y la salud de las personas. Esto provocó la huida de más de 7 millones de personas (el 25% de la población), especialmente jóvenes y profesionales. 

En la actualidad la situación ha mejorado en algunos aspectos, como el abastecimiento pero la hiperinflación hace casi imposible el acceso a productos de primera necesidad: el salario mínimo oficial equivalente a US$ 7,18 mensual no alcanza para cubrir la canasta alimentaria estimada en US$ 388. La migración continúa, aunque en menor número que en años anteriores, y hay un pequeño flujo de retorno, debido a la frustración de las expectativas de integración en otros países.  

A esto se suma el endurecimiento de los requerimientos de visados para la entrada y residencia en los países receptores. Para evitarlos, las personas refugiadas y migrantes transitan en su mayoría por rutas irregulares (trochas) donde están expuestas a peligros de agresión física, explotación (laboral, sexual), reclutamiento forzado, microtráfico y mendicidad de redes de crimen organizado y delincuencia. Esta situación agrava la falta de garantía del derecho a la alimentación, salud, vivienda, educación de la población migrante, además de alimentar las reacciones xenófobas en las instituciones y en la población receptora. 

La Iglesia y las Cáritas latinoamericanas se han volcado en la atención de la población venezolana en tránsito y asentada en toda la región (más de 6 millones), a partir de los cuatro verbos que el papa Francisco usó en la Jornada mundial del migrante y del refugiado de 2018: acoger, proteger, promover e integrar. Así, procuran la protección y el alojamiento de migrantes a través de albergues y ofrecen asesoramiento legal y acompañamiento psicosocial, especialmente a los niños y niñas. Igualmente tratan de dar respuestas a las necesidades de alimentación, salud, educación y trabajo de estas familias.  

Cáritas Española apoya estos proyectos en Ecuador, Brasil, Colombia y Venezuela. 

Desde 2019, Cáritas Española ha apoyado 15 intervenciones con un presupuesto de 2.470.000 euros para mejorar la vida de 522.667 personas.