Cooperación internacional21/01/2020

Asunción, Roberto y Rosa, rostro y voz del volcán Taal

Desplazados por la emergencia en Filipinas nos cuentan cómo están viviendo los primeros días lejos de sus hogares.

La señora Asunción, con 65 años, tras la erupción del volcán Taal tuvo que abandonar la zona afectada con toda su familia, incluida su hermana Conchita de 81 años. La extensa familia ocupó una de las clases del colegio público de la municipalidad de San José de Batangas, habilitado como centro de evacuación y gestionado por el gobierno local.

La señora Asunción recuerda perfectamente la anterior erupción del volcán, en el año 1965, fecha que nunca podrá olvidar porque fue el día de su boda. Cuenta que en aquella ocasión también hubo temblores, pero no tan fuertes ni tan frecuentes como en esta ocasión. Esta vez había experimentado más miedo, porque además de las cenizas, numerosas rocas y restos volcánicos cayeron sobre sus cabezas.

El señor Roberto tiene 85 años y con la emergencia tuvo que huir de su localidad a orillas del lago junto con los siete miembros de su familia. Ahora se encuentra en el Centro de Evacuación del Santuario del Padre Pío, en la ciudad de Santo Tomás, en la provincia de Batangas. Este centro ha sido habilitado y gestionado por la Cáritas Diocesana de Lipa (Batangas). Para el señor Roberto la salida de su hogar ha sido muy difícil, debido al caos inicial de la situación, la amenazante nube de ceniza que lo cubría todo y a sus limitaciones de movilidad.

Pese a todo, el señor Roberto está admirado y agradecido con su nieta, quién a pesar de ser también especialmente vulnerable, debido a su incapacidad intelectual, no se ha apartado de él en ningún momento y le ofrece todos los cuidados que necesita.

La señora Rosa, de 42 años, escapó del manto de ceniza junto a sus hijas y sobrinas. Lamentablemente es la segunda vez que se ve en una situación similar, ya que en 1991 también sufrió la erupción del volcán Pinatubo, cuando vivía en la provincia de Pampanga. En esta ocasión está siendo peor, porque, aunque la erupción del Pinatubo fue devastadora, ella y su familia sólo estuvieron un par de días en un centro de evacuación. Sin embargo, en esta ocasión el desplazamiento está siendo mucho más largo, lo que aumenta el desgaste y la incertidumbre entre todas las personas.

Al igual que el resto de personas acogidas, la señora Rosa se muestra muy agradecida por el servicio prestado por Cáritas, no solo en lo material sino también en el apoyo moral y el cuidado constante. Lo último que nos cuenta es que, aunque se han visto obligadas a dejar su hogar atrás, Jesús se encuentra con ella, sus hijas y sus sobrinas en el Santuario del Padre Pío.

 

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