VIDAS VOLUNTARIAS03/01/2023

Ana Molina, semilla en tierra buena

El pasado mes de octubre, Ana, mujer dispuesta a ceder el paso a la gente joven, dejó su cargo de directora-coordinadora. Su papel aglutinador de la familia, hermanos, hijos, nietos y ese espíritu de renovación que vio necesitaba su trabajo, la animó a dejar su cargo, pero nunca su implicación y su ayuda.

Después de hablar y conocer un poco a Ana, de ver su trayectoria vital y su voluntariado en Cáritas, se me ha venido rápidamente a la cabeza, la parábola del Sembrador.

No cabe duda de que su familia de agricultores, gente sencilla, trabajadora y cristiana, sembró en todos los hijos- ocho – una semilla de generosidad, que los llevó desde pequeños a saber compartir el pan y el cariño. También esa semilla les hizo empatizar con el medio rural y con las condiciones de las personas que tenían que salir de su país para buscar una vida mejor.

No se puede encontrar tierra más fecunda si todos los parientes se comprometen también para abonar con su ejemplo y cercanía los surcos de los veranos, como reconoce Ana en su tía Paquita, su catequista, que le abrió los ojos a un mundo poblado de santos y de austeridad franciscana. Esta jumillana que se convirtió por la vida, en albaceteña, se crio al amparo del Monasterio de Santa Ana del Monte, al que debe también su nombre de pila.

Con esfuerzo familiar y personal, Ana Molina que comenzó a estudiar Psicología, consiguió por fin cursar Enfermería, su verdadera vocación, a la que se ha entregado hasta este pasado mes de Marzo en el que se jubiló.

Esa semilla que cayó en tierra buena dio, como es natural, muchos frutos en Ana, alegre, generosa, sincera, disponible…y con genio, como ella misma se define.

 Comenzó a trabajar en Cáritas en 2003 en la parroquia de Nuestra Señora de las Angustias de Albacete, con reconocidos “buenos motores”, como D. Jesús Rodríguez Torrente, párroco, y Marina Morata, directora de un grupo formidable que contribuyeron en su crecimiento espiritual, su capacidad de escucha y su donación a los demás. Ana reconoce también a don Jesús ser un aliento crucial en su vida , quien,  ante los grandes momentos de dolor,  le recomendó cambiar las lágrimas y los lamentos por la entrega al prójimo.

 En 2012, cuando Marina es nombrada Delegada Episcopal, se quedó Ana Molina de directora-coordinadora del grupo; con la ayuda también inapreciable del actual párroco, Don José Joaquín Martínez Ramón y un buen equipo que se ha ido renovando con el tiempo, caminan día a día en la donación a los demás. Los frutos han sido muchos, como la atención primaria, los talleres de costura, cocina, convivencia…las jornadas de compartir…

Forman asimismo parte del RUA (Reparto Unificado de Alimentos) que ahora lo constituyen muchos barrios, incluidos los de la Estrella, La Milagrosa y los IAI de S. Vicente de Paúl. Todo coordinado con el Arciprestazgo II y el Consejo de Pastoral. Se puso también en marcha el Programa de Infancia, hoy de Infancia, Adolescencia y Familia (PIAF).

El pasado mes de octubre, Ana, mujer dispuesta a ceder el paso a la gente joven, dejó su cargo de directora-coordinadora. Su papel aglutinador de la familia, hermanos, hijos, nietos y ese espíritu de renovación que vio necesitaba su trabajo, la animó a dejar su cargo, pero nunca su implicación y su ayuda.

“El Reino de Dios es posible en la tierra; tenemos que ser reflejo del amor de Dios; en las familias que acogemos hay niños y jóvenes que necesitan de apoyo escolar, excursiones; personas mayores con necesidad de acompañamiento…Cáritas somos todos…” Con estas palabras, Ana invita a los más jóvenes a dar su tiempo en servicio de los demás, traspasando con mucho la ayuda material.

¡Qué buena tierra, qué buena semilla, qué buenos frutos!

Gracias por todo, Ana