Se lo merecen…
Agradezco a nuestros mayores su fuerza, alegría, desvelos, preocupaciones, trabajos, angustias y esperanza que tuvieron para poder darnos un mundo mejor.
“Fui profesional sanitario en un servicio de urgencias y desde allí me di cuenta de los indefensos y vulnerables que pueden sentirse nuestros mayores. Ellos, que siempre esperan de ti una sonrisa o palabra cariñosa.
Estas vivencias me llevaron a hacerme voluntaria de Cáritas para el acompañamiento de los mayores y, como se dice en el juego de los barcos, “tocado y hundido” porque tuve un cúmulo de sentimientos que de verdad me llegó.
Ellos indudablemente te agradecen que estés allí. Te miran con alegría cuando abres la puerta de la residencia y los vas a ver, cuando los llevas a pasear, aunque protesten cuando salen, porque a los dos minutos ya están felices.
Pero yo también crezco con ellos.
Esa alegría que me contagian, esa gratitud que veo en sus miradas, esa espera semana a semana para poder tener con ellos y ellas vivencias increíbles de cariño, mal humor (que algunos tienen), alegrías y tristezas. Esa convivencia que tuvimos cuando fuimos de excursión y disfrutaron mucho más que niños y al regresar, aunque iban agotados, decían: “Esto se tendría que repetir una vez al mes, ¡¡por lo menos!!”.
¡Con qué poco se contentan y qué fácil es hacerlos felices!
Sí, esto es un voluntariado en el que:
- Se recibe más que se da.
- Se aprende más que se enseña.
- Y en el que uno se da cuenta de dónde se puede encontrar un camino para ser feliz.
Por todo esto, agradezco a nuestros mayores su fuerza, alegría, desvelos, preocupaciones, trabajos, angustias y esperanza que tuvieron para poder darnos un mundo mejor. Se merecen mucho más de lo que les damos.
¿por qué no dedicarles, si no todos los días, un día a la semana por lo menos?.
Se lo merecen.