Análisis y reflexión31/10/2021

Perdidos en un sistema de protección que no protege

Si la calle es la alternativa se multiplican los miedos y las desgracias que se suman a los sentimientos de impotencia y culpa

Desprotegidos, solos, con hambre y frío.

Llegamos a una situación que nadie elige y esperando que las cosas tengan pronta solución nos vemos embarcados en un viaje donde las esperas, las negativas, el papeleo y el olvido se hacen patentes.

Para todo hay que esperar. Meses para la resolución de una prestación económica sin saber cómo vas a vivir hasta entonces, semanas para una cita con la trabajadora social que tardará otras tantas en tramitar una ayuda, días para la atención sanitaria cuando ya te has quedado sin medicación y mensajes de texto que llegar a un teléfono móvil que no tienes, porque lo tuviste que empeñar para pagar la última semana de la pensión.

Cuando consigues con suerte ahorrar lo suficiente para una habitación, te dicen que tienes que presentar un aval bancario, o bien pagar un mes de fianza y dos de alquiler y esto implica no comer. Esto si cumples con el perfil buscado porque cobrar una pensión o una prestación mínima no es garantía de nada, casi es etiqueta de todo. Si la calle es la alternativa se multiplican los miedos y las desgracias que se suman a los sentimientos de impotencia y culpa, y en ese laberinto que es la vida chocamos de continuo con paredes insalvables.

La depresión, la tristeza y la soledad suenan en nuestras cabezas. La falta de sensibilidad y comprensión es percibida y se mantiene la sensación de que no hay suficientes recursos, que la ayuda no llega o lo hace tarde y que al final no importamos.

No queremos generar tristeza, pero si remover pensamientos y lograr que la gente se adentre en este nuestro laberinto de vida con nuestras zapatillas.