ETAPA 4: Melide – O Pedrouzo
El momento en el que vemos un fragmento de nosotros mismos en cada peregrino y cada ser del camino, comprendemos la sencillez de la fórmula de la vida.
Tras un par de días de acomodación, nos tocaba hacer frente a la 4ª (larga y simbólica) etapa del Camino de Santiago. El día de hoy nos iba a recibir con el recorrido más largo, teníamos un gran reto por delante…
Pues, con una importante suma de kilómetros en nuestras piernas, bagaje (físico y emocional) en nuestras mochilas y experiencias recopiladas a nuestras espaldas; afrontamos el día con la mejor actitud y una gran sonrisa como sello de identidad.
- ¿Cómo era aquello posible?
- La respuesta es muy simple.
El grupo había saboreado al fin la esencia del camino.
Habíamos logrado integrar todos los ingredientes de la experiencia en una sencilla receta que estábamos empezando a degustar. Pues, aquel grupo de desconocidos se había transformado en una pequeña familia. Dentro de la burbuja en la que todos nos hallábamos inmersos, dejamos de ver personas ajenas y empezamos a ver a compañeros con historias que contar; compañeros de heridas y ampollas; compañeros de amaneceres y atardeceres; compañeros de crisis y de alegrías; compañeros de camino y de vida unidos por un mismo propósito a pesar de nuestras aparentes diferencias de raza, nacionalidad, religión y cultura.
Cuando se desvía la mirada hacia el prójimo, nos permitimos conocernos. El momento en el que vemos un fragmento de nosotros mismos en cada peregrino y cada ser del camino, comprendemos la sencillez de la fórmula de la vida. En la cual, además del otro, el yo y la introspección a nivel interior también juega un papel muy importante. En mi caso, me gustaría compartir mediante este formato contigo, querido lector, el instante en el que extraje este maravilloso aprendizaje.
- En una larga jornada de kilómetros y cansancio acumulado decidí hacer una pausa consciente. Tras echarme descalza y disfrutar de la sombra debajo de un arce, creí entenderlo todo. Pues, cada parte del camino y de nuestro proceso vital es sumamente importante para nuestro florecimiento como personas; independientemente del punto en el que nos encontremos en nuestro caminar. Sobre todo, agradecí y valoré ese momento de pausa tan necesaria durante el camino, como en la vida misma. Me cautivó la plenitud de aquel lugar, el alma me palpitaba con fuerza y experimenté un sentir diferente junto a la unicidad, protección y gozo que me acompañaban en aquel instante. A continuación, sólo guardé un momento de silencio y agradecí profundamente.
¡Qué bonito este caminar! Un caminar que todos emprendemos, en el que todos somos peregrinos, mensajeros, discípulos y transeúntes en busca de un gran poder, sin ser conscientes de que lo llevamos con nosotros, lo llevamos tan adentro como nuestras entrañas, en lo más profundo de nuestro ser. Desde ese pequeño rincón es donde ocurre la magia al Amar y ser Amados…
¿Y tú, amas desde las entrañas?