ETAPA 2: Puertomarín – Palas de Rei
Sabiendo mi dificultad y sabiendo las heridas que tenía, decidí continuar antes que mis compañeros para poder ir a mi paso, y no quedarme atrás
Cuando iniciamos la segunda etapa, sabíamos que era un poco más larga y también un poco más dura.
Comenzamos con una reflexión sobre la imagen social, diría yo que una de las más interesantes.
Los primeros nueve kilómetros fueron un poco pesados debido a que eran cuesta arriba, y yo iba un poco afectada del primer día a causa de las maravillosas ampollas. Cerca de los ocho kilómetros ya empecé a notar la sensación de que no podía más, en ese momento me costaba seguir, porque no podía apoyar la planta del pie completamente… seguí caminando, pero se me empezaron a caer las primeras lágrimas. Cuando hicimos la primera parada larga, donde por desgracia yo ya no podía más…empecé a notar la sensación de frustración e impotencia por querer y no poder continuar caminando.
A pesar de esas malas sensaciones me sentí bastante apoyada por mis compañeros y técnicos. Parece mentira, pero ellos me dieron ese aliento cuando yo sentía que ya no lo tenía o que me quería rendir.
Los siguientes cinco kilómetros muy a mi pesar los hice en furgoneta. Fueron duros, porque seguía con ese gran dolor en los pies, con esa impotencia, y con el llanto.
Pasaron esos cinco kilómetros interminables para mí y nos tocaba la segunda parada, en la que decidí seguir sin mochila. Yo tenía muy claro que tenía que terminar la etapa caminando, como la peregrina que soy, eso no cabe duda.
Esa segunda parada era de unos 20 minutos de descanso. Sabiendo mi dificultad y sabiendo las heridas que tenía, decidí continuar antes que mis compañeros para poder ir a mi paso, y no quedarme atrás, ganarme un poco de tiempo básicamente. No continúe sola, continúe con mi gran amiga y compañera del camino Natalia. Sinceramente ella me hizo el camino mucho más ameno porque siempre tenía tema de conversación y por no quitarle importancia a esas 700 veces por minuto que se dedicaba a decir “BUEEN CAMINOO”.
Para terminar la etapa nos quedaban los ocho kilómetros finales, los más sencillos porque fueron llanos.
Sin imaginármelo, y pensando que no lo podría lograr llegamos por fin al albergue!!!
En el momento que pude tumbarme sentía esa gran superación conmigo misma. La verdad es que yo en el segundo día ya empecé a darme cuenta de que podía dar mucho más de lo que yo creía.