Nuestro día a día16/06/2025

El cuento de la Diosa Betania, escrito por los residentes para el Maratón de Cuentos

En un rincón escondido de Guadalajara, entre los árboles del parque del parque de La Concordia y las calles de Guadalajara, vivía una diosa que casi nadie conocía. Su nombre era Betania...

Los residentes de Betania, el centro para personas en situación de sin hogar de Guadalajara, han escrito un cuento: La Diosa Betania. La creatividad, la bondad, la esperanza y la humanidad llenan las líneas de este cuento, que ha sido leído en el Maratón de los Cuentos este sábado en el Patio de los Leones del Palacio del Infantado. Varios de los residentes, además de demostrar sus dotes creativas y artísticas, han vivido una experiencia única, disfrutando de una de las actividades culturales más importantes de Guadalajara.

Este es el cuento que han escrito:

LA DIOSA BETANIA

«En un rincón escondido de Guadalajara, entre los árboles del parque de La Concordia y las calles de Guadalajara, vivía una diosa que casi nadie conocía. Su nombre era Betania, y no habitaba en templos ni en palacios: vivía en los bancos de las plazas, en los albergues, y a veces, en las banquetas frías donde dormían quienes no tenían casa.

Betania no tenía corona, pero su cabello brillaba como el amanecer. Sus ojos veían más allá de la piel, la ropa o los errores. Escuchaba los pensamientos que nadie se atrevía a decir en voz alta. Ella ayudaba a quienes todos ignoraban: a los que vivían en la calle, a los que cargaban con tristeza, a los que habían sido rechazados por ser distintos, quienes caminan sin saber dónde ir.

Una tarde fría, Tomás, lloraba en el banco de un parque. Había perdido su casa, su trabajo, su lugar en el mundo. Se sentía invisible. Betania se sentó a su lado. No dijo nada, solo lo miró con los ojos llenos de ternura y le puso una mano en el hombro. Y de pronto, Tomás se sintió visto. Y eso, que parece poco, fue como respirar de nuevo.

Otro día, una joven llamada Luna, tenía miedo de la noche oscura y del frio invernal. Esa noche, Betania les dejó una manta. No se notaba a simple vista, pero cuando Luna la abrazó, el miedo se fue por un rato.

Con el tiempo, quienes vivían en la calle empezaron a hablar entre ellos de una Diosa que aparecía cuando más la necesitaban. Betania está donde más se la necesita. A veces es una mano, una voz, un silencio. Pero siempre está. A cambio de nada, solo quería que están personas fueran felices.»