Una Comunidad Viva
Nuestro compañero Juan Antonio García-Almonacid Fernández, Técnico del Equipo de Inclusión del Área de Acción Social de Cáritas Española, reflexiona sobre su trabajo acompañando a Cáritas Regional de Andalucía.
Llevo muchos años en los Servicios Generales de Cáritas Española, y unos cuantos acompañando a la Cáritas Regional de Andalucía. En este tiempo he ido aprendiendo que para comprender y poder aportar algo hay que estar, convivir, escuchar. Si no estás, no acabas de comprender. Este relato es fruto de tantas reuniones en las que, creo, hemos sido tocados por la realidad.
¿Qué he visto? ¿qué he oído? ¿qué he vivido?…
El texto que expongo a continuación es lo que me he ido encontrando cuando me pregunté: ¿qué puedo escribir sobre esto? Este es el resultado.
Para no ser repetitivo recomiendo pensar ante cada enunciado “Cáritas Regional de Andalucía es …”
Un altavoz de los derechos. El acceso a los derechos está integrado en nuestra acción. Mejor pongo un ejemplo de la regional en marcha. Anualmente, la campaña “Nadie sin Hogar” articula un espacio de encuentro en el que todas las Cáritas Diocesanas ponen en común la situación de las personas sin hogar, los últimos de los últimos. Realizan recuentos, ajustan los mensajes, comentan, ponen en común realidades. Y cuando todo está a punto: el altavoz regional se pone en marcha. El altavoz de los sin derechos.
Análisis de la realidad. Está claro que la realidad cambia, pero hay que estar al tanto para desvelar nuevas realidades. Sabemos que la realidad migratoria sufre mayor exclusión social, pero descubrimos que es la mujer migrante quien la sufre con mayor intensidad. A la vez, el envejecimiento de la población está desvelando una mayor vulnerabilidad y exclusión social de las personas mayores. Ambos temas han sido objeto de análisis y reflexión regional.
Una extensa red de acogida y acompañamiento. Es lo nuestro. Son conceptos que están en todos los documentos. Pero cuando en nuestras reuniones regionales escuchas, comprendes, aparece “el otro”, el que no encuentra sentido a la vida: esto es lo que acompañamos, y esto nos interpela. También nos muestra nuestra propia debilidad en estos tiempos difíciles. ¿qué podemos hacer? No siempre hay respuesta. Y nos duele, pero continuamos.
Espacio de Esperanza y Bienaventuranza. Creo que el mayor dolor de la exclusión es la falta de esperanza, estar convencido de que nunca voy a poder esperar que ocurra algo importante en mi vida, que pueda aportar algo valioso a alguien: lo único seguro es la falta de sentido. Cuando acompañamos al “otro” desde su capacidad, desde la alteridad, comienza la emergencia de sentido alejándose paulatinamente de la condición de destinatario. Comienza a ser bienaventurado: digno de felicidad. Esto lo vivimos en la regional.
Estructura. Una suma de Cáritas Diocesanas, sin más, apenas genera sinergias. En cambio, cuando los procesos de conocimiento tienen un espacio organizado para ponerse en común, tienen estructura, el resultado es superior a cada una de las partes. La estructura organizativa se convierte en un espacio de retroalimentación. La Cáritas Regional va avanzando en este proceso. Está viva, se va adaptando permanentemente a los retos de la realidad.
Espacio de vinculación y comunidad. La organización es importante, pero sin comunidades reales no es posible la vinculación, esa pertenencia que cuida y acoge. A mi modo de ver, esta es una dimensión esencial de la Regional como suma de lugares diocesanos, todas las Cáritas parroquiales, proyectos… La dimensión comunitaria es fundamento para la inclusión.
Interlocución. La Cáritas Regional también nació ante la necesidad de tener un interlocutor único tanto ante la Administración Pública, como en diferentes plataformas de coordinación entre entidades sociales. Esta función de interlocución no se podría conseguir sin debatir previamente planteamientos, sin consensos, sin realidades compartidas, sin diversidad de donde se extrae el interés general, el bien común.
Participación. sin la participación y aportaciones de participantes, voluntarios y técnicos apenas hay proyecto. Hoy, la participación de las personas acompañadas forma parte de nuestra acción: su punto de vista. Sin ellas habría acción, pero sin vida.
Solidaridad. Es el círculo virtuoso que nos une como comunidad cristiana y como sociedad. Es la concreción de nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro compartir fraterno, la caridad. Es el combustible que mantiene a miles de voluntarias y profesionales andaluces a pie de obra, paso a paso en busca de un mundo más fraternal y justo. De nuevo, el altavoz de los derechos.
Esto es lo que he vivido, visto, oído… Pero, también tuve la suerte de oler y degustar el “aroma de la inclusión” en un maravilloso restaurante en Córdoba en el que participantes, ciudadanas y ciudadanos con derechos, ponían en mi mesa toda la dignidad de su trabajo. Las personas que había en otras mesas, sencillamente, disfrutaban de un buen menú en un restaurante.