Semana Santa, Cofradías-Hermandades y acción Caritativa Social
Armando Cester Martínez, Doctor en Teología Fundamental, reflexiona sobre la Semana Santa y las Hermandades y su papel en la promoción del culto y la caridad.
Me pide un amigo de Cáritas Regional de Andalucía que me meta en un lío de considerable envergadura: “Armando háblame de la Semana Santa, sus hermandades y su acción caritativa social” y, por si fuera poco, me dice “que sea corto”.
Yo a los amigos les digo, casi siempre, que sí; aunque se adivinen aristas y enganchones por todos los lados.
En primer lugar, he de ser honesto y presentarme como cofrade con una larga trayectoria en mi hermandad, 47 años, y en la actualidad Hermano Mayor de Honor de la misma, pero también, soy un cristiano comprometido con mi diócesis: director de Cáritas Diocesana, Presidente de Cáritas Aragón, Delegado de Apostolado Seglar y también de las cofradías; en la actualidad subdirector del Centro Teológico de Aragón.
Hecha esta confesión y entrando de lleno en el tema he de confesar que, tanto para algunos creyentes y buena parte de los que se definen como increyentes, los gastos de la puesta en escena de las cofradías en sus procesiones o estaciones de penitencia les parecen excesivos e incluso para algunos pecaminosos; pero es verdad que, esas mismas personas, experimentan esos mismos sentimientos observando los utensilios litúrgicos: vasos, ropajes, así como el patrimonio eclesial, pareciéndoles todo ello no solo innecesario sino ostentoso y excesivo.
Dicho esto, se abre un debate que no solo se focaliza en las cofradías, sino que alcanza a toda la Iglesia.
En este pequeño espacio que me ofrecen es imposible analizar y plantear este hecho, de una forma seria y rigurosa, tal como se merece; por ello solo voy a referirme y constatar una serie de cuestiones que den luz a este asunto para una mejor comprensión del mismo y nos lleve, a todos, a unas actitudes de caridad pastoral, tan necesarias siempre, en nuestra querida comunidad eclesial
1.- Las cofradías de Semana Santa, son asociaciones públicas de fieles de la Iglesia católica y, tienen como finalidad principal la promoción del culto público bajo la advocación a un misterio de Cristo en su pasión y resurrección o de la Virgen María.
2.- Definido su fin principal, toda asociación y movimiento eclesial, para serlo, debe cumplir una serie de requisitos mínimos que vienen expresados y fijados en el número treinta de la Exhortación Apostólica, de san Juan Pablo II, Christifideles laici. Entre ellos se encuentra “crear y animar obras caritativas”
3.- Las cofradías no pueden convertirse en Cáritas, ni Manos Unidas; son lo que son, pero no pueden abdicar de “hacer la caridad” con los pobres y excluidos, no solo por tradición, sino por su pertenencia e identidad eclesial.
4.- Es una realidad gozosa, hoy en día, constatar que la mayoría de las hermandades y cofradías cuentan con acciones caritativas sociales de gran valor e importancia que, desgraciadamente, no conocen nuestros contemporáneos ni buena parte de la sociedad civil y eclesial.
5.- Debemos ser conscientes que, si no existieran nuestras hermandades, muchos de los que participan en las procesiones y que su unión institucional y pastoral con las mismas es débil, no ayudarían a los empobrecidos en sus necesidades, ya que su única forma de querer y poder realizarlo es a través de la cofradía.
6.- Junto a los cofrades que sí tienen un compromiso serio y estable en la ayuda a los descartados, en su hermandad, conviven aquellos otros que no se sienten interpelados por esta acción diaconal y de servicio. Se debe intentar desde la cofradía la evangelización de estos últimos mediante la información y sobre todo la formación, como tarea prioritaria.
7.- La manifestación pública de fe, como inculturación de la misma, se hace patente según las condiciones, costumbres y tradiciones de cada lugar geográfico; lo que origina gastos importantes en su realización y muy difíciles de obviar si se quiere ser fiel a esa manera de sentir del pueblo.
8.- Un aspecto fundamental, sin duda, es el necesario equilibrio entre los gastos procesionales y la atención a los descartados; la respuesta la podemos encontrar en lo que nos dice san Juan Crisóstomo en sus homilías sobre el Evangelio de Mateo: «Dios no tiene ciertamente necesidad de vasos de oro, pero sí, en cambio, desea almas semejantes al oro. No digo esto con objeto de prohibir la entrega de dones preciosos para los templos, pero sí quiero afirmar, que junto a estos dones y aún por encima de ellos, debe pensarse en la caridad para con los pobres. Porque, si Dios acepta los dones para su templo, le agrada con todo, mucho más las ofrendas que se dan a los pobres. Por tanto, al adornar el templo, procurad no despreciar al hermano necesitado, porque este templo es mucho más precioso que aquel otro».
En nuestra lectura particular, de este texto, podéis cambiar la palabra “templo” por “trono” o “paso de procesión”.
9.- Para finalizar, si los pobres son “lugar de encuentro teológico con Dios” (Mateo 25,31-46) y el papa Francisco, en su magisterio, ha dejado claro que la religiosidad popular y, por tanto, nuestras cofradías son “lugar teológico” (Evangelii Gaudium nº126); las hermandades no pueden renunciar a su compromiso con los pobres y a su vez, la Iglesia y sus Pastores, desde la caridad pastoral, deben apoyar y animar a las mismas, para que puedan cumplir con esta tarea de una manera equilibrada y evangélica, sin que se vean obligadas a renunciar a aquello que las podría vaciar de su identidad cultural y sobre todo religiosa.