Análisis y reflexión03/07/2023

El otro día en mi barrio

El otro día en mi barrio (una barriada en las afueras de San Fernando en la provincia de Cádiz) una escena y quien la contemplaba me dieron que pensar. Un chico – Pepe de 21 años- que se ha formado con nosotros en la parroquia; de una familia humilde y parte de ella “metida en la droga”. Un chico reforzado desde pequeño en nuestros talleres y grupos de fe, miraba junto a mí a un antiguo compañero de su mismo colegio, vecino de su mismo bloque de pisos. Desde la calle, su compañero gritaba a las ventanas superiores para que bajara su familia. Cuando lo hicieron -su madre y sus hermanos- les presentó a la vez su Mercedes deportivo nuevo de color negro, su novia -una rubia deseada del barrio, de su misma edad- y un cordón de oro que parecía nuevo. La familia celebraba las adquisiciones con alegría, y los vecinos se asomaban a las ventanas para admirar las novedades.

 

Pepe me decía: “Es difícil Silvio. Entre prácticas, contratillos, y con lo que me costó superar los módulos… De esta manera nunca tendré un Mercedes así y me ofrecían, trapicheando con la droga, lo mismo que a él, o más. Es difícil”.

 

En mi barrio, y en el Equipo de Cáritas, necesitamos dinero, buscamos subvenciones y ayudas para proyectos y para personas. Denunciamos situaciones que conculcan derechos. Todo esto es necesario. Pero la gran pobreza -la práctica en mi barrio- es no tener estructura personal para elegir la libertad desde la libertad.

 

Pepe me dice que él en el barrio ve dos tipos de personas: las madres que no tienen para llegar a fin de mes, pero hacen milagros; y las que directamente piden o derrochan en las últimas superficialidades. Las familias que ganan dinero con la droga pero que están expuestos siempre a que la policía los envíe a cada uno a un sitio. Los que venden a los niños aun siendo sus vecinos y los que procuran poco a poco su honestidad para no hacer más daño a nadie. “Es difícil, Silvio, es difícil”. “Tienes que querer ser libre y auténtico de verdad o no te sale”. Pero “todo es muy lento” y se hace aun más lento cuando ves escenas como esta donde dinero, afecto fácil, que te miren… parecen ir más deprisa.

 

Pepe me dice, sin embargo, que no quiere seguir siendo el hijo del yonqui. Ni querría que a sus hijos le llamasen así. No quiere vivir vigilando por las noches. No quiere darle lo que no debe a los niños o jóvenes del barrio. Y aunque todo vaya lento… quiere la verdad y quiere la libertad, y es estar “a gusto en tu pellejo”.

 

Para mí como cura, como vecino, como miembro del Equipo de Cáritas. Todo esto me hace pensar y dimensionar las cosas de otra manera. No debemos estar atentos solo a paliar la deficiencia inmediata sino ayudar a reconstruir la dignidad de la persona. Esto es un trabajo de cada uno, pero podemos ofrecer mimbres para que, cuando haya que decidir, optes por una sana libertad, una sana plenitud. La fe aquí, no es solo una “cosmovisión” que también. Es un elemento operativo en la intervención social que ilumina a cada persona con una importancia trascendente: es hijo de Dios, es santificado de Dios. Y Dios ante el mal y el camino fácil, y las excusas reivindicativas falsas de derechos externos, no te dejará. La promoción y la caridad real no son solo bienes; es acompañar a la persona y a Dios en ella, para que puedan escoger la plenitud: la libertad de ser tú mismo en paz.