El Adviento: un tiempo propicio para el “voluntariado de Cáritas”
Francisco Domouso, Secretario General de Cáritas Regional de Andalucía reflexiona sobre el voluntariado y el periodo de Adviento.
Hablar del voluntariado de Cáritas, es utilizar palabras al uso para identificar la labor especifica de aquellos enviados por la Comunidad Eclesial, para desarrollar la acción organizada a favor de la Justicia y la denuncia de las causas que generan la injusticia. Porque en el ADN de la comunidad eclesial, debe aparecer el compromiso solidario, razón comprometida por el bautismo y esencia del Evangelio. Así, el voluntario se constituye como pilar fundamental del compromiso comunitario, fraterno y solidario para con los últimos.
De esta manera, el voluntario de Cáritas, abre los caminos de la comunidad para romper las inercias que nos hacen “olvidar” a los hermanos que sufren los desgarros de una sociedad fragmentada por la desigualdad, las crisis de empleo, económicas, sanitaria, migratoria, de género, étnica o climática.
El Adviento es un tiempo propicio para repensar y animar comunitariamente la acción voluntaria, dejando atrás las viejas y sabidas formas de acercarse al necesitado (a veces sin mirarlo siquiera) y explorar nuevas formas, que permitan no solo “socorrer” necesidades, sino también alcanzar vías dignas de integración para todos.
El Adviento nos habla de Esperanza y Confianza. Así, el voluntario debe, ante todo, hacer frente a cualquier sensación de connivencia con la tristeza. Nada hay más desesperanzador que mirar al otro con esa sensación de tristeza, que desprende en el fondo, lástima y resignación. La Alegría del Adviento nos debe llevar a la Esperanza que proclama que se acerca nuestra liberación y la de los otros. Esa liberación de nuestra inhumanidad, indignidad e injusticia. Por eso, hay que estar muy atentos a esos signos consumistas que nos distraen y aletargan durante un tiempo, hasta dejarnos además de vacíos, extenuados de tanto exceso artificial. Los voluntarios de Cáritas, debemos impulsar el despertar de la comunidad, reclamando atención y conciencia, fomentando nuestra presencia en esos espacios insolidarios y de pobreza, porque de lo contrario, si no lo animamos, la acción se quedará en apariencia, rutina, despiste, aturdimiento y falta de compromiso.
Así, llevaremos espacios de Esperanza para con los empobrecidos y para con nosotros mismos, porque la esperanza es una virtud personal y también una virtud comunitaria, una virtud que, si es cierta, debe echar raíces. Decía Simone Weil, que “echar raíces es quizás la necesidad más apremiante del alma Humana” por eso, cuando nos sentimos desarraigados, nos contemplamos desesperanzados, porque sin esa raíz que nos vincula, no conocemos tampoco el cuidado y la custodia. Y sin esto, es imposible conocer la caricia (la familiar, le del otro o la social). No hay futuro sin estas raíces. Así, la Esperanza se muestra ajada y olvidamos que esa Esperanza, está inscrita en cada uno de nuestros corazones, es fundamental en el Ser Humano. El voluntario debe aprovechar este tiempo de Adviento y de Espera, para lanzar ese grito que nos anima y nos moviliza…ese grito que debe hacer recuperar la Esperanza, a cuantos se encuentran en el dilema de una soledad cainita, que niega a la persona conocer que alguien le espera, en algún lugar, en algún rincón incluso del corazón. Y esa ausencia debe llevarnos a la indignación y esa es también la labor del voluntario, porque como afirmaba Etty Hillesum, desde el campo de concentración: “Mucha gente que hoy en día está indignada por la injusticia, solo lo está porque les afecta a ellos. Por eso no se trata de una verdadera indignación de raíces profundas” Y cuando esto sucede “el movimiento de la indignación dejará de girar sobre la centralidad de cada afectado, hasta que deje de estar afectado y así centrarse en la realidad siempre presente del sufrimiento de los peor situados”
Por eso esta Esperanza necesita hacerse en comunidad, “nadie pasa al otro lado, si no es con la ayuda de un grupo o una comunidad”
Así, el Adviento nos Despoja de tanta necedad que nos aliena, ayudados por la Oración, que nos otorga Paciencia y Esperanza.
Solo me queda recordar las palabras del Papa en su última Exhortación Apostólica “Laudate Deum”, (Alaben a Dios): «Dios nos ha unido a todas sus criaturas. Sin embargo, el paradigma tecnocrático nos puede aislar del mundo que nos rodea y nos engaña, haciéndonos olvidar que todo el mundo es una «zona de contacto»».