Después.
"No solo se muere la belleza de la naturaleza, se muere una manera de vivir."
Ante una tragedia localizada en un lugar concreto, uno se estremece al reconocer que justo allí disfrutó de un paseo precioso, o su alma quedó extasiada al contemplar la belleza de un amanecer en aquella montaña o las tardes de agosto en aquel pueblo llenas de nostalgia y verano azul en el teleclub o quizá también las colonias y campamentos juveniles, los campos de trabajo en los que aprendimos a hacer lectura creyente de la realidad… y cantar loado seas, mi Señor, por la creación entera, también por las estrellas del firmamento en un cielo limpio de contaminación lumínica.
El impacto visual de las llamas devorando el paisaje y los rostros impotentes de las gentes viendo con la mirada perdida sus casas, sus campos y sus vidas enteras quemadas, nos moviliza y bloquea al mismo tiempo. ¿Qué podemos hacer? ¿cómo hacernos próximos a los sentimientos de quien en apenas unas horas lo ha perdido todo?
Durante la gestión inicial de esta emergencia hemos sido espectadores de cómo la mala política nos entretenía en posicionarnos sobre la inevitabilidad de los incendios en verano, o la justificación de la España vaciada como causante de la falta de limpieza de los bosques, o la falta de planificación de la administración para contratar el personal cualificado en la extinción de los fuegos, o el cambio climático… y de forma entreverada, el relato de hombres y mujeres que lucharon por salvar el pueblo o la explotación ganadera o la casa del vecino. Impresiona pensar que algunos perdieron la vida en ello.
Y empezó septiembre y el eco mediático fue acallándose una vez superada una crisis que tenía como epílogo un “no volverá a pasar”, “recuperaremos de nuevo el paisaje”, “nadie quedará solo”… Luego pasó la Vuelta Ciclista a España y nos mostró el desastre y el gris cenizo que queda después. No solo se muere la belleza de la naturaleza, se muere una manera de vivir.
¿Y Cáritas? Responder esta pregunta me pide hacerlo con una obviedad: Cáritas ya estaba allí. Estaba en la parroquia y en su comunidad cristiana ofreciendo consuelo, techo y refresco, acompañando a las víctimas, siendo muchas veces también damnificadas de la misma tragedia.
Las Diocesanas dispusieron de los medios logísticos a su alcance: vehículos, material de cocina, enseres de higiene, espacios comunitarios para alojar a las personas desplazadas… se pusieron al servicio de los ayuntamientos para sumar fuerzas y apoyo. La Confederación de Cáritas, a la cabeza el Presidente y la Secretaria General, estuvo cerca poniendo a disposición de las Cáritas afectadas lo que precisaran y el Equipo de Emergencias nos ayudó a organizar recursos y posibilidades, a gestionar la ansiedad y también a recordar que lo nuestro, quizá, es el después. En ese aprendizaje que vamos haciendo en Cáritas Española, este verano hemos comprobado que la naturaleza no distingue de límites territoriales y el fuego y su extinción nos ha vinculado a Diocesanas hermanas que comparten geografía siendo de autonomías diferentes. Las diversas reuniones de coordinación y seguimiento nos han permitido ser testigos directos o indirectos de gestos de entrega, apoyo y acompañamiento que emocionan y fortalecen los vínculos.
Y hoy es el después. En el ahora, nuestros equipos parroquiales, desde su fortaleza y debilidad acogiendo, escuchando, acompañando, ¡siendo vecinos! En el ahora, nuestros Equipos Diocesanos, ayudando su personal técnico en la tramitación administrativa de las ayudas económicas. Y en el ahora, también, como bien recuerda nuestra compañera Inmaculada Godoy (Secretaria General de Cáritas Coria-Cáceres): “Sin duda, ahora más que nunca, abordando el tema de las emergencias en Cáritas. Y no solo por la intervención en los momentos de la emergencia, sino para valorar nuestro papel en la prevención. El mundo rural se muere o más bien lo estamos matando y aquí tenemos mucho trabajo por hacer. La despoblación es causa y consecuencia de todo esto que nos está pasando y abordar esta problemática, entre otras, pasa por un buen trabajo en la incidencia política”.
El después será el tiempo de la reconstrucción, pero también de la esperanza: sembrar esperanza y creer que, con cada gesto compartido, algo nuevo puede brotar. Ahí estará Cáritas.