Día Internacional de la Mujer08/03/2024

De niña a mujer… contestataria

Reflexión de nuestra compañera Mª Carmen López Sánchez. Voluntaria de Cáritas Parroquial de Ubrique en torno al Día de la mujer.

Y vine a nacer en tiempo de posguerra, en ese periodo que se empezaba a vislumbrar que había que sacudir la pena, olvidar lo vivido, arrinconar otros colores que no fueran los del régimen presente y comenzar a construir donde el macho, el hombre, el patriarcado, era y seguía siendo el centro del hogar, de la sociedad. Las reglas seguían estando claras.

Pero nací mujer. Y eso me ubicaba en una posición determinada, es decir: obediente, dócil, disciplinada, sumisa, bienmandada…

Fui creciendo con las rodillas echadas abajo de jugar a lo que no debía: fútbol, “indios”, a subir a la era al atardecer, etc… Mis padres me llamaban la atención y me regalaban muñecas. En la escuela, como en la catequesis o en la plaza, compartiendo y aprendiendo sólo con féminas, no era una educación integral, no había un equilibrio para asentar una formación vital. Fue afianzándose en la niña el modelo de mujer a la que estaba y estábamos programadas. Esa división tan bien pensada me sumergió en un mar de preguntas sobre el género opuesto, y así fuimos siendo “niñas al borde de un ataque de nervios” cada vez que un niño nos miraba, nos gustaba, se acercaba sigiloso y mezquino a nosotras… ya estaba en la pubertad y el silencio era el único cómplice que me sustentaba.

Sumisa aprendí a entrar en el engranaje al que estaba convocada. Las agujas comenzaron a acompañarme, el trapo del polvo fue mi terapia ante acontecimientos concretos y hacer un buen guiso era el único acto de autoestima al que estaba llamada. Estudiar no era fundamental, había que tener muchas “papeletas” para poder acceder a ello. Así fui construyendo los estratos que sustentarían la mujer a la que estaba llamada a ser… y que no sería.

Mientras la Iglesia se plantea su relación con el mundo moderno en el Concilio Vaticano II y marcaba directrices allá por el año 1965 y Francia florece con el mayo del 1968… ando de quinceañeras “explorándome” en una adolescencia torpe, indecisa, que me abre la puerta de la rebeldía.

Y empiezo a vislumbrar esa brecha que nos separaba a ambos sexos, y es ahí donde me “visto” de inconformista y comienza mi lucha, que va de la sociedad a mí misma. Mis miedos e incertidumbres se columpian ante un vacío incierto. Lo que oigo, veo, reflexiono a mi alrededor me cubre de rabia y esa abertura irregular entre hombre y mujer me lleva, no a la lucha contra los hombres de mi entorno, sino contra ese sistema en el que habitamos.

Poco a poco, y teniendo como “telón de fondo” los grupos parroquiales, los movimientos culturales, personas concretas que me rodean y que ven en mí a la persona… comienza mi andadura por otras sendas, donde puedo intuir, sentir, ver, reflexionar sobre: el asignado color rosa que ya me etiquetó en la infancia, aquellas muñecas que me predisponían a ser mamá, aquel horario que me establecieron –diferente al de mi hermano- y que marcaba “mi territorio”, el aprender a coser para que fuera “hilvanando y juntando” mi futuro hogar ya que mujer era sinónimo de “gallina con/a tus pollitos”.

Y fui entendiendo por qué el hombre podía ser “torpe y limitado” para las tareas del hogar, y por qué la historia se escribió en clave masculina y la fuerza se anteponía a la constancia o al coraje de la mujer. Y vi claro por qué las instituciones eclesiales, políticas y sociales estaban sólo en manos de hombres.

Comenzó la toma de conciencia y la lucha paciente y sigilosa, porque no se trataba de brecha salarial, que también, era y es la brecha social. Y entendimos las mujeres que mientras nosotras nos empeñábamos en reaprender, ellos quedaron jugando al dominó en el bar. Mientras nosotras nos uníamos para compartir conocimientos, experiencias, sociabilizarnos, ellos le dieron al botón del mando y se acomodaron en el sofá. Mientras nosotras salimos de los pueblos buscando nuevas expectativas ante la realidad de la despoblación, ellos masculinizaron la pobreza en los pueblos abandonados…

Y fuimos descubriendo y apasionándonos con mujeres científicas, creadoras, pensadoras… invisibles para la historia, y nos alimentamos de mujeres Bíblicas que marcaron las historias de sus pueblos.

No fue la lucha por la lucha, no por el poder que el hombre poseía y posee, sino por el equilibrio, por querer una sociedad igualitaria, donde cada parte, femenina y masculina, aporte su visión, su trabajo, su saber hacer… Eso nos llevará a hacer del mundo una casa común íntegra, más real, más a la medida de todos y todas… Porque para volar hacen falta dos alas.