Acción social10/04/2020

Pascua en nuestra comunidad doméstica

Permaneciendo en nuestra Casa también nos identificamos con Cristo que ofrece su vida al Padre, recreando y sanando nuestra vinculación filial con el Padre y fraternal con todos los demás hombres

            Una de las experiencias más singulares que está repercutiendo la presencia actual del coronavirus en nuestra sociedad es la que nos corresponde asumir a los cristianos: celebrar adecuadamente, teniendo en cuenta los condicionantes a que nos vemos sometidos como todos los ciudadanos, la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Cristo, ya que, también este año 2020, acontece una verdadera Semana Santa, aunque las procesiones no recorran las calles, por ello, vivirla supone un esfuerzo y una gracia.

            Los que conformamos la Casa Sacerdotal diocesana “San José”, una veintena de personas, entre trabajadores y residentes, sacerdotes y laicos, formamos una comunidad o familia amplia, que la podemos considerar una Iglesia “doméstica”.   Motivados por nuestra identidad cristiana estamos llamados a celebrar  los días centrales de la fe en el Señor Jesús, en medio del confinamiento intrahogareño para prevenir la expansión y el contagio de la pandemia.   Esto supone que hemos adecuado la conmemoración anual de la Pasión y la Resurrección de Cristo al modo cómo la Iglesia lo ha regulado expresa y excepcionalmente para el presente año, siguiendo las disposiciones universales y  diocesanas.   En ellas se establece cómo ha de celebrarse el Triduo Pascual para lograr  una vivencia auténtica, sencilla y fervorosa a nivel personal, y con vivo sentido eclesial.

            Para celebrar confinados esta Semana Santa lo primordial es comprenderla como una oportunidad que Dios nos concede para adentrarnos más consciente y sentidamente en la Pascua, por eso lo fundamental es cultivar la dimensión orante que nos asocia personalmente a Jesús paciente, crucificado, sepultado y resucitado por cada uno de nosotros.  Así lo vivimos a través de la oración litúrgica y la meditación personal, uniéndonos solidariamente en Cristo al sufrimiento físico, psíquico y social que está causando el coronavirus a tantos hombres y mujeres.  

Esta plegaria por todos los sufrientes y sus familias la integramos en la Cena del Señor del Jueves Santo, recordando a Jesús lavando los pies a sus discípulos, como ejemplo a seguir.   Al adorar la Cruz, el Viernes Santo nos adherimos al Hijo de Dios, padeciendo hasta morir crucificado, rogándole que les infunda coraje, fuerza y esperanza, y que germine, en cuantos se están desviviendo atendiéndoles, la actitud del servicio generoso y paciente.

            Sirviéndonos de los medios de comunicación social (prensa, televisión, internet) salimos de nuestro aislamiento para conocer, día a día, el desarrollo de esta pandemia, y nos ambientamos más en el clima espiritual de la Semana Santa, ya que nos están acercando, como si las viviéramos hoy, las bellas procesiones de otros años pasados.      

            Permaneciendo en nuestra Casa también nos identificamos con Cristo que ofrece su vida al Padre, recreando y sanando nuestra vinculación filial con el Padre y fraternal con todos los demás hombres.   Por ello, esta Casa Sacerdotal vivimos en comunidad “doméstica”  la Pascua de Jesús, confiando en que, por Él ya estamos pasando desde los temores y dolores actuales a la vida nueva de resucitados, rebosante de salud, paz alegría y concordia, que anhelamos degustar en la Eucaristía del Domingo de la Pascua.