Una jornada para orar y denunciar la vulneración de derechos que sufren las personas migrantes
En el Día Internacional del Migrante hemos celebrado una oración interreligiosa y el Círculo de la Fraternidad.
Con motivo del Día Internacional del Migrante, las entidades integrantes de la Mesa Diocesana «Enlázate por la Justicia» y «Migrantes con Derechos», así como la Red Interreligiosa y del Círculo de la Fraternidad, hemos celebrado hoy una jornada por todas las personas migrantes que han visto vulnerados sus derechos en el tránsito migratorio e incluso han perdido la vida.
En primer lugar, ha tenido lugar una oración interreligiosa en el Colegio La Salle Buen Pastor, en la que han intervenido representantes de la Iglesia católica, ortodoxa, de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y de la comunidad islámica. Sin duda, han sido un momento muy especial, en el que hemos orado por nuestros hermanos y hermanas que migraron buscando un futuro mejor y una vida digna.
A continuación hemos celebrado el Círculo de la Fraternidad en la plaza Aladro. Ha sido el momento de poner en valor todo lo positivo que nos aportan las personas migrantes y el gran regalo que supone la interculturalidad, así como todo lo que reciben por nuestra parte en el país de destino.
Se ha leído el siguiente manifiesto:
Con motivo del Día Internacional del Migrante, las entidades integrantes de la Mesa Diocesana «Enlázate por la Justicia» y «Migrantes con Derechos», así como la Red Interreligiosa y el Círculo de la Fraternidad, alzamos la voz para defender que las personas en situación de movilidad son seres humanos, que cruzan fronteras por diferentes motivos, desde buscar protección a trabajar, estudiar o reunirse con familiares, entre otros. Por ello, deben ser tratados con dignidad en lugar de desprecio, para lo cual se necesitan vías regulares y seguras hacia Europa, en lugar de levantar muros cada vez más altos y recurrir a la violencia.
Los migrantes y quienes defendemos sus derechos nos enfrentamos a un momento particularmente desafiante en la Unión Europea, donde las políticas de pánico y rechazo son las que dominan y, con demasiada frecuencia, matan. Naufragios fatales en el Canal de la Mancha y el Mar Mediterráneo, personas utilizadas como peones en la frontera con Bielorrusia y abandonadas al borde la muerte en bosques helados a las puertas de Europa, innumerables devoluciones y devoluciones en Grecia y a lo largo de la ruta de los Balcanes, son solo algunos ejemplos.
Ante esta situación, denunciamos la sistemática violación de derechos humanos que se vive en las fronteras de todo el mundo y también en la Frontera Sur de Europa. Creemos que no debemos, bajo ningún motivo, acostumbrarnos a las vulneraciones de derechos, como tampoco podemos legitimar con el silencio lo que sucede de un lado y otro de la frontera.
Hacemos un llamamiento a un cambio drástico de las políticas migratorias: en lugar de financiar muros costosos y militarizar nuestras fronteras para detener los movimientos de personas, invirtamos en vías seguras y regulares, centros de recepción decentes y sociedades más acogedoras que faciliten la inclusión social para el bien común.
En la reciente visita del Papa Francisco a Lesbos, como signo de fraternidad, hospitalidad y acogida a los más vulnerables en el rostro de las personas migradas y refugiadas, el Santo Padre instaba a “no fomentar el miedo al otro, sino a acompañar procesos y favorecer una indispensable integración, para acoger las culturas y las tradiciones de los otros de una manera fraterna y responsable”. Esta es otra clara invitación a seguir construyendo puentes y no levantando muros que nos separen o dividan.
Es necesario superar el miedo y, en cambio, abrazar la movilidad humana como un fenómeno natural que debe facilitarse de manera organizada. Además, es fundamental poner en valor los aportes positivos que la migración hace a nuestras sociedades y elegir el encuentro y la compasión por encima del miedo, con objeto de fomentar las sociedades solidarias y acogedoras, en lugar de avivar el odio y la división.