El modelo de cooperación de Cáritas tiene un modo de ser y de hacer propio, basado en la cooperación fraterna y expresado en una alianza solidaria entre Cáritas hermanas e Iglesias locales que se comprometen con la justicia y el servicio a los más empobrecidos. Es diferenciador y significativo en nuestro modelo el vínculo de comunión que se establece con las Iglesias locales a través de las Cáritas locales para el ejercicio conjunto de nuestra misión: estar al lado de los últimos y no atendidos.
La cooperación fraterna, inspirada y fundamentada en la Doctrina Social de la Iglesia, pretende promover no sólo el crecimiento económico sino todos los aspectos vitales y relacionales de la persona y de las comunidades. Un desarrollo humano integral centrado en las potencialidades y en los procesos más que en los espacios y metas alcanzados.
Este “Modelo de Cooperación Fraterna” nos plantea dos retos principales:
Según indica la Doctrina Social de la Iglesia, la promoción debe llevar al hombre y a la mujer a pasar de condiciones de vida menos justas a condiciones cada vez más dignas.
La promoción de la persona, especialmente en el caso de la mujer y la infancia, se hace imprescindible al verse más afectada por situaciones de vulnerabilidad estructural que impiden el ejercicio de sus derechos y capacidades a lo largo de su vida. Por ello, el trabajo a realizar desde una mirada de derechos es fundamental.
Es imprescindible promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres como principal estrategia para superar la pobreza, o cualquier vulneración de sus derechos humanos. Empoderamiento como estrategia para reducir su vulnerabilidad y toma de conciencia de sus propios derechos, capacidades e intereses, con el objetivo de facilitar su participación y desarrollo humano.
Supone contribuir a la mejora de su situación social y su calidad de vida y significa:
Hacer efectivos los derechos de la infancia supone una labor que garantice:
Toda persona tiene derecho a una alimentación adecuada y suficiente, para poder llevar una vida saludable y activa. La vulneración de este derecho perjudica especialmente a las mujeres y niñas/os y perturba la paz y la convivencia. Su satisfacción es esencial para combatir la pobreza y contribuye a mitigar las causas de las migraciones forzadas dentro y fuera del propio país.
Para llevar a cabo un proyecto de vida, las personas precisamos de un lugar en el que cubrir nuestras necesidades fundamentales, y que nos den acceso a la alimentación, la vivienda o el empleo. La tierra, además, supone un elemento de integración cultural y social, que genera un arraigo fundamental para las personas y comunidades que la habitamos.
La educación nos permite integrar valores, desarrollar capacidades y adquirir los conocimientos necesarios para desenvolvernos en la vida. En particular, es la educación y la formación las que nos posibilitan el acceso al empleo, uno de los pilares básicos para nuestra realización como seres humanos, gracias al cual podemos garantizar unas condiciones dignas de vida.