Nuestro día a día26/02/2020

Una Cuaresma para vivir las tres “P”: pasión, puente, pobres

Reflexión de Vicente Martín para la Cuaresma.

Un año más, el Señor nos concede un tiempo propicio para celebrar con corazón renovado el gran Misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana personal y comunitaria. La Cuaresma nos llama a la conversión y a una vida nueva en el seguimiento a Jesús. El amor encarnado de Dios en Cristo se hace vínculo, misericordia, perdón y sanación de nuestras vidas, y de nuestro mundo, para llevarnos a la esperanza de una vida que vence a la muerte en la misma cruz y que se nos da como vida eterna.

¿Cómo vivir la Cuaresma desde nuestro ser Cáritas? La Iglesia nos ofrece la oración, el ayuno y la limosna como tres pilares que conducen a la Pascua. Para la Cuaresma de este año os propongo vividla desde tres “P”: pasión, puente y pobres.

  1. En los evangelios contemplamos a un Jesús apasionado. Tres son las pasiones que mueven la vida de Jesús: pasión por Dios, a quien vive como Padre bueno y misericordioso, pasión por la misión de anunciar e instaurar el Reino de Dios, y pasión por la vida, especialmente, de los que sufren. Estas tres pasiones marcan su ser y su hacer, y se concretan en la tarea de hacer llegar la Buena Noticia a todos. Nosotros, seguidores de Jesús, hemos de vivir esa pasión que le animó y motivó; no hay auténtico creyente si no hay experiencia de Dios, ni seguimiento de Cristo. La oración, la celebración de la fe, y la apertura al Espíritu, nos ayudarán a apasionarnos.
  2. Ser puente, construir espacios de comunión y comunicación integral. Ante una desvinculación afectiva, una invasión del individualismo posesivo en todos los ámbitos, que produce la disolución de los proyectos colectivos y provoca el desinterés por el otro, necesitamos tender puentes y crear vínculos. La propuesta cuaresmal es cuidar las relaciones que nos edifiquen, nos vinculen y nos convierta en corresponsales de la vida en común. La conversión pasa por permitir que los diferentes, los diversos, convivamos y aprendamos la gramática de lo común: estar juntos, orar juntos, trabajar juntos, tener objetivos que nos unan por encima de las diferencias. Esto requiere de ayunos y abstinencias.
  3. Estamos llamados a descubrir el valor de los más pobres. Ellos nos interpelan, sacan lo mejor de nosotros y nos ayudan a descubrir con mayor profundidad el Evangelio. Poner el Misterio Pascual en el centro de la vida significa, dice Francisco, sentir compasión por la llagas de Cristo crucificado presente en las numerosas víctimas de la exclusión social. Sanar heridas, ofrecer hospitalidad, acompañar personas, defender derechos, denunciar injusticias, y llevar al encuentro con Cristo es la mejor limosna que podemos dar, expresión del don y misión que somos. Los pobres necesitan nuestras manos para reincorporarse, de nuestros corazones para sentir el calor del afecto, nuestra presencia para superar su soledad. Sencillamente, necesitan nuestro amor.

La pasión por Dios y su Reino, pasión por la justicia, nos convierte en hombres y mujeres que sueñan el sueño de Dios, que buscan amar el mundo, la creación, la humanidad, a los más pobres y olvidados, a pesar de no poder cambiarlo todo, ni transformarlo. Abramos nuestros oídos y corazón a la Palabra y a la vida; el Señor nos dará un corazón de carne, lleno de profundidad, amor compasivo y entrega, capaz de apasionarnos, salir al encuentro del otro y generar vida en abundancia.