Cooperación internacional21/01/2022

Filipinas: vivir en constante alerta por tifones

El 16 de diciembre un tifón volvió a alcanzar Filipinas. La población vive en constante alerta por la aparición de un desastre natural. Hasta los niños están preparados para una evacuación.

En vísperas de Navidad, el 16 de diciembre, un tifón volvió a alcanzar Filipinas. Lo que parecía una tormenta tropical evolucionó rápidamente hasta un súper tifón categoría 5 llamado Odette, y los protocolos de evacuación se activaron para que la gente abandonase sus casas 24 horas antes de su llegada al archipiélago.

En Europa no tenemos una experiencia comparable a la llegada de un tifón, pero en Filipinas tienen muy reciente el caso del tifón Haiyan, que pasó por las islas en 2013 y acabó con la vida de más de 6.300 personas en la misma zona por donde llegaba el Odette.

La llegada de un súper tifón debe ser una experiencia aterradora: el cielo se oscurece en medio de la tormenta y el nivel del mar aumenta por la presión negativa ejercida por el tifón. La gente huya con sus kits de emergencia a los puntos designados. Hay que destacar que hasta los niños filipinos han aprendido esto en la escuela: todos tienen en casa una mochilita llamada “grab-bag” y en caso de tifón, volcán o terremoto, deben coger esa mochila y dirigirse a su centro de evacuación.

El tifón pasó por el centro de Filipinas afectando a 5 provincias, 11 diócesis y a un total de 7,8 millones de personas, de las cuales 2,7 millones fueron evacuadas. Sus vientos alcanzaron una velocidad estable de 195 Km/h con rachas de 260 Km/h. La devastación alcanzó a más de 500 municipalidades, 1,3 millones de viviendas, puentes, carreteras, líneas de teléfono y depósitos de agua, todo destruido.

El peor impacto estuvo en las comunidades costeras, donde el tifón llevó el mar tierra adentro arrasando completamente la línea de costa. Se perdieron todos los barcos de pesca, la infraestructura agrícola, enormes pérdidas materiales, pero la gente supo mantenerse a salvo.

Sin embargo, aunque los daños materiales fueron muy parecidos a los del tifón Haiyan, se pudieron salvar miles de vidas. Es cierto que hubo que lamentar un número cercano a los 500 fallecidos, pero es menos de la décima parte que en el Haiyan.

El trabajo de Cáritas

Ahora es el momento de que las organizaciones humanitarias y el Estado filipino aúnen esfuerzos para llegar a todas las víctimas y reparar el daño hasta donde sea posible. Cáritas Filipinas está siendo muy activa, y gracias a las experiencias previas, está desarrollando una labor ejemplar. Ha desarrollado un plan de emergencias en las 11 diócesis afectadas, donde moviliza a miles de voluntarios que reparten ayuda a las familias afectadas.

Se ha lanzado una campaña de solidaridad a nivel nacional e internacional, y con los fondos que se obtengan, se espera reconstruir más de 5.000 viviendas, y ayudar a otras tantas familias a restituir sus medios de vida, reponiendo los barcos de pesca, las plantaciones, la infraestructura productiva o las pequeñas empresas que se perdieron.

La forma de trabajo se centra en los recursos locales, formando y empleando a artesanos y albañiles locales para reconstruir las viviendas con técnicas resilientes y anti tifón. Esto se hace con una estrategia “cash for work”, que tiene la virtud de aportar recursos a la comunidad que precisa de muchas inversiones. Lo mismo se aplica a la rehabilitación del campo, de los animales de granja o la flota pesquera. Con recursos locales y mano de obra del pueblo, se acometen los trabajos, de forma que se consigue también un impacto psicológico muy positivo: las personas afectadas están reconstruyendo su comunidad, arreglando una carretera o el huerto de un vecino… Esto repercute en su recuperación psicológica y en su autoestima.

Cáritas se ha centrado en la ayuda a medio y largo plazo, que mejore la capacidad de las familias más afectadas para que puedan recuperarse por sí solas y para que cuando esto vuelva a ocurrir, el daño sea menor.

Eventos como este nos recuerdan cómo el cambio climático es una realidad, y cómo las personas en situación de pobreza son las más expuestas a las peores consecuencias. Por eso el papa Francisco nos llama a reflexionar sobre ello y a llevar estilos de vida más austeros y sostenibles que nos permitan cuidar y restaurar el medio ambiente.

Foto: Cáritas Filipinas