Acción social29/10/2020

Detrás hay una historia, una vida

Testimonio de David, un joven que cuenta como de la noche a la mañana tiene que dormir en la calle.

«Imagina que un día tienes que marcharte de tú casa, ¿qué te llevarías? Recuerda que lo que escojas, debes llevarlo contigo siempre, es decir que: no sería recomendable coger el ordenador de mesa ,cama ,wc, etc.

Continuamos, sales de tú casa y… ¿a dónde irías?
Supongo que como casi todo el mundo pensaría, sería a casa de un familiar, o amigo pero y si la vergüenza no te deja y el orgullo y lo peor de todo y… ¿si no tienes a dónde acudir?

En mi caso fue el orgullo el que no me dejo pedir ayuda y decidí comprar un billete de autobús (con el poco dinero que tenía) hacia una ciudad donde fuese desconocido.

Lo primero que hice al bajar del autobús fue sentarme en un banco de la estación y observar a la gente ,no me había dado cuenta pero si os paráis cinco minutos en un lugar público y transitado y observáis a las personas. Veréis que todo el mundo tiene un destino (las que llegan a comprar un billete, las que bajan de diferentes destinos para reunirse con sus familiares, los que van a trabajar).

En ese momento, lo único que piensas es que eres un cero a la izquierda y que por gente que pase a tú lado, nadie te va ayudar.

Entre lágrimas disimuladas y un poco de valor decidí dar una vuelta para conocer el sitio al que había llegado y que sin fecha de salida me mantendría allí por un tiempo indefinido.

Empecé a notar que la gente se daba cuenta que era nuevo en la ciudad, miras hacia un lado ,hacia otro, como una persona que no sabe a dónde ir. Sin dinero para alojarme en un hostal o pensión, decidí buscar un sitio donde pasaría la noche.

Lamentablemente yo no escogí una manta con la que poder abrigarme, así que empecé a buscar unos cartones en los contenedores de basura pero antes debía encontrar un sitio seguro y tranquilo en el que dormir al menos parte de la noche .

La primera misión fue un fracaso, no elegí buen sitio y la lucha entre los camiones de basura recogiendo cartones por la ciudad me hacía imposible encontrar algunos.

Pasé la noche como buenamente pude, entre miradas extrañas, sorprendidas, además de asustado por si alguna persona decidía robarme lo poco que tenía.

Ruidos de coches, motos, sirenas pasaron toda la noche (pero aún así me quedaba con lo bueno en aquella mañana) y es que había sobrevivido a la primera noche de muchas que me esperaban.

Salió el sol y era un nuevo día, comencé a andar y esta vez desde por la mañana busqué un nuevo sitio para pasar la segunda noche, me alegre al encontrarlo. Era un local abandonado y con un amplio rellano donde poder descansar (siempre sin olvidar que estaba en la calle) pero al menos si llovía, tenía donde poder cubrirme .

Notaba que algunas personas que había visto el día de antes, ya sé imaginaban que estaba en la calle por mi misma ropa. Mi cara era un poema, como si te levantas el domingo con una enorme resaca. Pero aún así, nadie se paró a preguntarme si estaba bien o si necesitaba algo.

Pasado los días y habiendo gastado el poco dinero que tenía en comida, decidí dejar a parte mi orgullo y la vergüenza para pedir algo de ayuda…ya que la sociedad solo pasaba a mi lado y nadie me tendía una mano.

Pasé más de 8 días sin una ducha, sin comer más de dos veces al día. Algunos días tan solo una vez, tenía comida pero entre la tristeza y la pérdida de la fé en la humanidad me era imposible comer algo más.

Mi única higiene era los baños públicos de la RENFE y la estación de autobuses ,con mucha rapidez intentaba lavarme ya que los vigilantes de seguridad solo me daban cinco minutos para esto. sin billete hacia ningún lado y con el famoso virus que ya conocemos ,era imposible aprovechar unos de los asientos públicos para dormir o descansar un rato
Recurrí a todos los albergues de la ciudad, pero todos decían lo mismo: el cupo estaba lleno (totalmente entendible) y que a lo largo de la pandemia no iban a recoger a nadie más por miedo a contagiar al resto.

Las autoridades me decían que no podía estar en la calle y debía irme para mi casa. En las últimas ocasiones me hacía gracia y cuando les contaba mi situación, directamente me mandaban o me daban una referencia sobre un centro ,al cual ya había acudido y siempre con el resultado negativo.

Entonces solo les quedaba decirme lo mismo que todos ,suerte y se alejaban como una paloma que sigue su vuelo .

Después de muchos días encontré un centro de día con unos servicios mínimos, pude empezar a ducharme 3 veces a la semana. Para mí, esos cinco minutos, los lunes, miércoles y viernes, era como estar en el paraíso. También pude conseguir algo de comida diariamente y gracias a Cáritas que repartían comida por las noches, pude cenar casi todos los días.

Nos os podéis ni imaginar realmente bien, pero si ya la gente que vivimos en la calle éramos invisibles para la sociedad con el covid-19, nos habíamos vuelto visibles pero para un mundo a peor, para que os hagáis una idea (iguales que los Zombis de “The walking dead”) alguien a quien tienes que evitar y huir a toda costa.

Prácticamente los que vivimos en la calle , sabemos aprovechar bien los recursos públicos, aseos, áreas de descanso ,enchufes para cargar el móvil ,radio, etc, Para mí era un lujo tener batería en el móvil ,cosa que antes de vivir esta situación ,era lo básico y normal en mi vida y una de mis pocas preocupaciones.

Paseaba por la ciudad ,desierta, nadie al mi alrededor, no me sentía bien por la vergüenza que pasaba al ser observado por cualquier familia y a la vez me sentía muy mal porque la ciudad estaba igual que yo por dentro ,solo ,sin nadie con quien hablar ni al que recurrir.

Antes de vivir esta situación era de los que pensaba que la soledad era buena para las personas, ya que te hace conocerte a ti mismo y realmente saber quién eres por dentro y por fuera, pero tanta soledad literalmente te mata. Te hace duro por fuera pero desconfiado por dentro, alegre por hablar con alguien pero inseguro juegas en la cuerda floja con la cordura, lo real y lo irreal.

Este ha sido un pequeño testimonio de lo que ha sido mi vida real en Córdoba durante el tiempo que he vivido en la calle.

Nadie está a salvo de vivir en esta situación, por eso debemos cambiar esto, debemos ser conscientes de que nadie le gusta vivir en estas circunstancias, detrás de esa persona que está durmiendo enfrente de tu casa, en el parque, en la calle por dónde pasas todos los días. Detrás hay una historia, una vida.

Todos en algún momento de nuestra vida se nos tuerce el camino por el que vamos, algunos vuelven en la dirección correcta al momento, a otros les hace falta que nos ayuden a retomarla.

Por eso, con pasar por delante de la persona que vive en la calle y girar la cabeza para otro lado no vale, por eso si cambiamos la forma de pensar en vuestra generación, si comprendéis que todo el mundo tenga derecho a vivir en un hogar, la cosa es diferente.

Un cordial saludo desde Inglaterra del  joven que un día vivió en Córdoba.»