Análisis y reflexión23/10/2022

ETAPA 6: O Monte do Gozo – Santiago de Compostela

La mochila con la que salimos de nuestras casas no era la misma que aquella con la que llegamos, que algunas de las piedras con las que vinimos seguían en nuestra mochila, sí, pero muchas otras se quedaron por el camino,

Sexto y último día caminando, ya estábamos. Si volvemos la mañana de la sexta etapa, al albergue donde estábamos desayunando, podemos decir que el ambiente era extraño. Todos estábamos con los sentimientos a flor de piel, con una mezcla de emociones contradictorias al pensar en llegar, por fin, a Santiago.

Aunque teníamos ganas de llegar ya, de dejar de caminar, no estábamos preparados para que se acabase esta experiencia pues, mientras el cansancio aumentaba cada día, habíamos pasado de ser un grupo de desconocidos a una familia. Sabíamos que al llegar (y después de unos días por Santiago) nos tocaba volver a nuestras ciudades, cada uno en una punta, y ya no nos despertaríamos en una habitación común, con olor a pies, después de haber oído roncar a nuestros compis toda la noche.

Los primeros kilómetros de la etapa comenzamos con energía porque sabíamos que era la última, pero, según pasaba el tiempo, sólo pensábamos en llegar. Cuando por fin llegamos a lo alto del Monte do Gozo, ahí estaban nuestros compañeros, que por una razón u otra no pudieron acompañarnos en esa etapa. Fue ahí desde donde vimos, por primera vez, la Catedral de Santiago a lo lejos. La meta de todo el esfuerzo que habíamos hecho ya estaba delante de nosotros, sólo nos quedaban unos pocos kilómetros más.

Una vez entramos en Santiago, y después de unirnos a los compañeros que no habían podido acompañarnos, pusimos rumbo a la Catedral. Sacamos la pancarta de Cáritas, que era el punto de unión de todos nosotros, jóvenes de toda España, y, al ritmo de la gaita y de nuestros cánticos, entramos todos juntos en la Plaza del Obradoiro.

De repente, parados delante de la Catedral de Santiago, fuimos conscientes de que lo habíamos conseguido. De que la mochila con la que salimos de nuestras casas no era la misma que aquella con la que llegamos, que algunas de las piedras con las que vinimos seguían en nuestra mochila, sí, pero muchas otras se quedaron por el camino y en su lugar nos llevamos nuevas experiencias y, sobre todo, personas. Personas con las que convivimos durante siete días y de las que nos llevamos un pedacito que siempre estará con nosotros.

Ahora sabemos que nuestro camino no terminó en Santiago, sino que continúa en nuestros voluntariados, a los que volvemos más motivados e inspirados.