Análisis y reflexión01/09/2023

Siguiendo las huellas del Maestro

Llega el mes de Setiembre y para la mayoría de los españoles finaliza el periodo estival de vacaciones y volvemos a las tareas diarias, a la rutina de cada día.

Quedan ya en el recuerdo, los paseos por la playa o la montaña; las tertulias familiares hasta la madrugada; los pausados encuentros con los amigos en charla agradable; la lectura del libro que nos ha sumergido en historias y aventuras ajenas para nuestro disfrute; y también, posiblemente, los ratos largos de oración y encuentro con nosotros y con el Señor, porque para todo dan las vacaciones si se han programado buscando el verdadero descanso y no solo el disfrute y el vacío entretenimiento. El descanso gozado desde este planteamiento, sí nos ayuda a recomponernos interiormente, soltar el cansancio del trabajo y las obligaciones y volver a las actividades ordinarias renovados y rejuvenecidos. Ojalá nuestro descanso haya sido ese oasis que todos soñamos y necesitamos cada año.

Pero ahora la realidad que dejamos hace unas semanas nos reclama y nos urge. Ya esta a la vuelta de la esquina el comienzo del nuevo curso escolar para lo niños y jóvenes; las tareas que quedaron pendientes en el trabajo; las obligaciones que demandan la familia, el hogar. Vuelven los compromisos, los desplazamientos apurados y los horarios que marcan el ritmo de cada día y en todo momento. Y nos volvemos a encontrar con los mismos asuntos  sin resolver: la guerra de Ucrania y las repercusiones económicas que a todos nos afectas con la inflación y la subida de la cesta básica; los migrantes que siguen muriendo en el Mediterráneo, un cementerio marino, como lo llama el papa Francisco; las personas sin hogar que siguen ahí, que han estado todo el verano, quizás menos visibles en las grandes ciudades por la aglomeración de turistas y visitantes y el ruido de maletas por las aceras; los niños y adolescentes de familias con pocos  recursos que no han podido disfrutar de unas merecidas vacaciones; los mayores que han permanecido solos, durante todo el verano, quizá solo acompañados por la televisión todo el día encendida o el susurro metálico del ventilador de la sala; los jóvenes estudiantes que no encuentran alojamientos dignos para comenzar el nuevo curso en la universidad, porque la vivienda ya no es un derecho sino un producto mas del mercado con el que se especula.

Pero también tomamos conciencia que Cáritas no ha cerrado por vacaciones: Todos los Equipos de las Cáritas parroquiales han seguido atendiendo a los participantes en sus programas. Los centros sociosanitarios han seguido prestando sus servicios a mayores, enfermos de Sida, personas sin hogar. Se han organizados campamentos para niños y jóvenes de bajos recursos, Han estado abiertos los pisos para inmigrantes y mujeres con hijos y en situaciones de exclusión social. Cada noche hemos acogido para pernoctar a las personas sintecho, que, aunque es verano y no hace frio, no les gusta dormir en la calle, llena de peligros e incomodidades.

Esta realidad nos recuerda que también es posible vivir las vacaciones de una manera mas solidaria, un poco contracorriente, como nos gusta a los cristianos ir por la vida, siguiendo las huellas del Maestro. Por eso algunos de los nuestros, los mas comprometidos, han viajado para participar en campos de trabajo juntos con religiosos y misioneros en países del tercer mundo; otros han dedicado algún tiempo para acompañar a enfermos o ancianos como voluntarios; se han acercado a algún comedor social para ayudar en la acogida y  el reparto de alimentos; o simplemente se han llevado con ellos en sus desplazamientos a los mayores de la familia para que también cambien de aire y así se sientan queridos y valorados.

Las vacaciones ya son pasado, ojalá estos días nos hayan ayudado a humanizar un poco más nuestra vida para que en  la vuelta a la cotidianeidad podamos tener una mirada más inclusiva para que descubriendo a los que sufren, nos volvamos mas solidarios.