Acción en el territorio03/06/2019

Desde mi ventana

La despoblación de las zonas rurales es uno de los temas que más preocupa a los equipos de Cáritas en el territorio. En este artículo, Juan Fernández Selva, sacerdote en la parroquia la Asunción de Nuestra Señora de Bogarra, reflexiona sobre esta realidad.

Desde la ventana de mi casa, en un pueblo precioso de la Sierra de Alcaraz en Albacete, tengo una panorámica majestuosa. Es todo un valle frondoso por el que discurre un río que arrastra sus aguas hacia otros lugares. En torno a este río hay una huerta fértil donde crecen árboles y hortalizas. 

Me  detengo con la mirada en las parcelas junto al río. Observo que la mayoría de ellas están sin cultivar. Ellas me están diciendo que no hay personas con fuerzas suficientes para su cultivo. Y es que en Bogarra ya no se vive de la agricultura. La parte más importante de los medios de subsistencia de su población son las pensiones de los abuelos y de las abuelas.

La huerta ha quedado para los jubilados que matan el gusanillo de sus años mozos sacando un complemento a sus exiguos haberes mientras Dios les da fuerzas para ello.

Que fuerte es el momento en que un hombre, toda la vida cultivando la tierra, dice: Ya no puedo más, se acabó el ir a la parcela. Que fuerte cuando  los hijos, que viven en otros lugares, pueden llevarlos a dar una vuelta y solo ven hierbajos en el bancal en que tanto sudor ha dejado a lo largo de su vida.

Es la misma imagen de la evolución del pueblo. Cada año va a menos. La Sierra, y en ella sus habitantes, se nos acaba, se nos muere. Aquí están los marginados y los descartados de nuestra sociedad y que no importan nada a nuestros gobernantes y políticos. Ellos solo están para situarse y vivir bien. Total, en la Sierra de Albacete solo hay unos 10.000 votos. No merece la pena complicarse por tan poca cosa.

«Qué fuerte es el momento en que un hombre, toda la vida cultivando la tierra, dice: Ya no puedo más, se acabó el ir a la parcela. Qué fuerte cuando  los hijos, que viven en otros lugares, pueden llevarlos a dar una vuelta y solo ven hierbajos en el bancal en que tanto sudor ha dejado a lo largo de su vida».

Pero uno es seguidor de Cristo. Por opción ha querido terminar su vida en estos parajes, hermosos como ningunos, al lado de esta buena gente que protagoniza su final y el de su entorno. Sabemos que tendremos resurrección y vida. Mientras llega gozaremos disfrutando el paisaje y la amistad con cada uno de ellos. Dios está con nosotros.